Jon Juaristi-ABC

  • El secretario general del Partido Socialista de Euskadi saca los pies del tiesto. ¿Habrá creído que es secretario general de un Partido Socialista?

Contaba Joseba Arregui que, cuando era presidente del PNV de Guipúzcoa, habló una vez en el ‘batzoki’ de Zarauz sobre alternancia democrática, recordando a los militantes de su partido allí congregados que existía la posibilidad de que algún día el Partido Socialista de Euskadi llegara a la presidencia del Gobierno vasco por la vía de las urnas y que los nacionalistas deberían aceptar tal hecho, si se produjera, como algo normal, útil y benéfico para la autonomía vasca. Uno de los asistentes al acto se levantó y dijo: «Vale, Joseba, pero reconoce que sería muy triste. Como si un día vuelves a casa y la criada te dice que desde ese momento va a mandar ella».

En la época a la que se refería Arregui, el ejemplo que ponía el peneuvista zarauztarra no era pura metáfora. En muchas casas de la clase media nacionalista, el servicio votaba socialista. De ahí que el símil no resultara insólito. Esa era todavía la mentalidad dominante en el PNV cuando el socialista Patxi López se hizo con la presidencia del Gobierno Vasco, en mayo de 2009, gracias al apoyo del PP y de UPyD, el pequeño partido de Rosa Díez.

Desde el momento mismo de su investidura, López dejó muy claro que los verdaderos abertzales no iban a echar en falta al PNV, porque él no iba a tocar nada de lo conseguido hasta entonces por los gobiernos nacionalistas. En su toma de posesión ante el Árbol de Guernica, recurrió a una fórmula más escueta que la empleada por los anteriores ‘lehendakaris’ (evitando mencionar a Dios y prometiendo el cargo sin crucifijo), pero recitando a continuación unos versos en eusquera para compensar el feo. No se portó como se temía, como un gitano legítimo, sino como un ‘morroi’ autóctono, un criado de caserío, moderno y secularizado, eso sí, pero ‘morroi’ al fin y al cabo. Tres años y medio después, cuando ya había demostrado que podía llegar a un acuerdo con ETA para que la banda dejara de matar (que era precisamente lo que el nacionalismo vasco necesitaba en ese momento), el PNV lo despidió. Con buenos informes, eso sí.

Desde entonces, la condición ancilar del PSE respecto al nacionalismo se consolidó. El PSE e incluso el PSOE fueron premiados por ello (el PNV dejó de afearles su “contubernio franquista” con el PP y dió sus votos a Sánchez en la moción de censura). Tanto Idoia Mendía (la Yolanda Díaz del Gobierno de Urkullu) como su jefe político en Madrid han evitado levantarle la voz al señorito. Incluso en la votación del jueves, Sánchez alabó la coherencia de Aitor Esteban, que le negó su apoyo alegando que lo que quería su partido era concertación salarial exclusivamente vasca. Por eso resulta chocante que un tal Eneko Andueza, secretario general del PSE desde el año pasado, la haya emprendido contra el PNV por no sumarse a la reforma laboral socialcomunista. No se ha enterado todavía de quién manda en casa y se expone a un serio chorreo. En fin, hay que ver, cómo está el servicio…