Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 7/7/2011
Sufrimos una grave crisis económica, y asistimos también a una crisis de valores. Es evidente que ésta está siendo además una crisis de la responsabilidad, de la responsabilidad personal.
Es muy probable que si Zapatero hubiera dimitido aquellos días de mayo de 2010, digamos que por cuestión de principios, se hubiera convertido en un mito de la izquierda, como aventuraba Juan José Millás durante la presentación del manifiesto Una ilusión compartida. Es probable que así fuera, pero me pregunto si al hacerlo habría actuado como un político responsable. No lo sé, carezco de respuesta a este dilema, aunque me haya hecho muchas veces una composición de lugar de lo que hubiera podido ocurrir si Zapatero se hubiera plantado. ¿Habría convocado elecciones generales para, convertido en mito de la izquierda y del orgullo patrio, ganarlas de nuevo y encontrarse con una situación ante la que…tuviera que volver a plantarse? ¿Habría tenido tiempo para presentar a un sucesor a unas elecciones generales, sucesor que no tendría otra alternativa, si quería ganarse el apoyo de esa izquierda, que transitar por el camino del mito para…para qué? ¿Qué habría ocurrido para entonces con la unión monetaria, en un momento en el que se entonaba ya la muerte del euro? ¿Tal vez se presuponga que esas elecciones generales las habría ganado el PP, por lo que el mito habría salido libre de polvo y paja, pero con una eficacia nula para revitalizar el maltrecho, y supuestamente mayoritario, mundo de la izquierda española? Tendríamos un mito, pero cuánto le habría costado a este país la creación de ese mito. ¿Y para qué queremos un mito?
Lo cierto es que el presidente Zapatero no dimitió y adoptó una serie de medidas que sabía que les iban a costar caras a él y a su partido. ¿Lo hizo por responsabilidad? Tampoco es fácil saberlo, ya que habría que indagar en su conciencia, aunque vistas las consecuencias de aquella decisión para su persona y su prestigio, es previsible que así fuera, salvo que albergara vanas esperanzas y confiara en que el tiempo de que aún disponía le permitiera remontar la situación y darle la vuelta. O salvo que sólo pensara en aferrarse al poder, libre de atenerse a principios o responsabilidad alguna. Difícil responder a una pregunta a la que en realidad sólo él puede responder. Pero aunque la única pregunta que tengamos que hacernos sea la de si ha sido bueno o no para el país que permaneciera en el cargo, me parece importante insistir en lo de la responsabilidad.
Sufrimos una grave crisis económica, y asistimos también a una crisis de valores. Es evidente que ésta está siendo además una crisis de la responsabilidad, de la responsabilidad personal. Ninguna referencia a ella en el consenso de mínimos de la asamblea de los del 15-M de Bizkaia, que lo fían todo a los generosos odres de papá Estado. ¿Se menciona alguna vez esa palabra en ese manifiesto de los intelectuales y artistas? Ninguna. Decimos, y creo que con razón, que la derecha española no se ha comportado de forma responsable en la resolución de la crisis. Sólo buscaba el poder. ¿No le estará ocurriendo a la izquierda lo mismo?
Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 7/7/2011