Ignacio Camacho-ABC

  • El pensamiento ilusorio pica sus propios señuelos. No habrá influencia ni argumento que separe a Sánchez de Podemos

Poca influencia deben de tener esas fuerzas sombrías que Pablo Iglesias ve como agentes de una turbia intriga cuando ni siquiera son capaces de lograr que los dos principales partidos españoles sostengan una mínima interlocución constructiva. La democracia liberal, tan criticada por los ideólogos de la nueva política, ha desarrollado una amplia autonomía que de hecho incluso favorece la estrategia plebiscitaria de los partidos populistas, acostumbrados a prescindir de la sociedad civil y de las estructuras institucionales para imponer entre ciudadanos y gobernantes una relación directa y unívoca. Los dirigentes de la «Coalición de Progreso» pueden dormir tranquilos: nada perturbará su hegemonía mientras dispongan del poder y de su formidable aparato de difusión propagandística.

En cierta prensa y en sectores económicos y financieros ha cundido, no obstante, el pensamiento ingenuo de que la crisis post-pandemia propiciará un acercamiento entre la oposición y el Gobierno con el objetivo de facilitar un marco de confianza al imprescindible socorro europeo. Puro wishful thinking: confusión de la realidad con el deseo. No hay ni habrá presión ni argumento que empuje a Sánchez a soltarse del brazo de Podemos porque ha convertido esa alianza en la base de continuidad de su proyecto y de ninguna manera permitirá que Iglesias pueda capitalizar la previsible explosión de descontento. En la flexible mentalidad del presidente, lo que le quitaría ahora el sueño sería depender de la derecha y dejar libre su flanco izquierdo. Podemos le aporta además un puente con los nacionalistas, lo que supone contar con dos de los tres tercios de una sociología electoral dividida en bloques férreos. El modelo de esta legislatura seguirá siendo frentista a cualquier precio.

A lo más que estaría Sánchez dispuesto es a sustituir, llegado el caso, el inestable apoyo de ERC por el de Ciudadanos para alcanzar un acuerdo presupuestario. Hipótesis también improbable porque Arrimadas terminará dándose cuenta -ojalá no tarde demasiado- de que le preparan el enésimo engaño y de que sus votos no van a impedir la entente de fondo con el separatismo republicano. Todo lo demás es discurso retórico para responsabilizar a Casado de negarse a un pacto que está descartado de antemano. La famosa crispación es un artefacto político clásico que se utiliza para culpar al adversario. A pesar de lo cual continúa funcionando -aunque menos de lo que vaticina el tarot demoscópico de Tezanos- si se dispone, como así ocurre, de un abrumador dominio mediático.

Esta semana, Moncloa puso a varios ministros a lanzar el señuelo de una posibilidad de acuerdo para calmar la inquietud de ciertos influyentes paquidermos y, sobre todo, para provocar a sus socios una cosquilla de celos. Que nadie se equivoque: no va en serio. El tiempo demostrará, y más bien pronto, que se trata del enésimo cebo.