JON JUARISTI – ABC – 29/11/15
· La confusión de islamofobia y racismo es fundamental en la propaganda islamista.
· Al asunto de la islamofobia habría que dedicarle algún espacio más, porque se las trae. En la última semana ha devenido latiguillo obligado en los medios progres ante cualquier conato de relacionar el terrorismo islámico con el islam. Prescindo de referencias a la abundante literatura panfletaria producida por juntaletras de organizaciones musulmanas y de partidos de izquierda, entre los cuales hay, como no podía dejar de haberlos, candidatos de Podemos. Hablar de literatura, sin embargo, supondría reconocerles demasiado mérito.
Se trata de cochina propaganda. Porque islamofobia no es un concepto, sino mera retorsión terminológica del concepto de judeofobia, acuñado por Lev Pinsker en 1882 y recuperado por Pierre-André Taguieff en 2002. Los movimientos antirracistas de la izquierda francesa, intensamente judeófobos, replicaron inventando el espantajo verbal de la islamofobia, que llegó a España poco después de los atentados del 11-M, a través de las webs islamistas (fue estrenado contra Serafín Fanjul, Gustavo de Arístegui, Gabriel Albiac y contra un servidor de ustedes por musulmanes españoles como Yusuf Fernández y Abdennur Prado, que han seguido dando desde entonces la misma matraca).
De hecho, la imputación de islamofobia lleva aparejada en España la de racismo antiárabe, lo que no deja de ser una manipulación bastante estúpida. Los barandas que suelo vapulear por islamistas tóxicos no tienen nada de árabes. Son españoles de cepa castiza convertidos al islam o pelotilleros españoles que cobran de salafistas saudíes o de chiítas iraníes, más algún premio Cervantes considerablemente pelmazo. No hay entre ellos ningún árabe ni bereber. Sin embargo la interesada confusión entre la antipatía legítima hacia la religión musulmana y el racismo o la xenofobia se ha colado incluso en Wikipedia, fuente y sopera de todo caldo mental posmoderno, donde se recoge la siguiente definición de islamofobia: «En los países occidentales, la actitud xenófoba hacia los musulmanes en general y en particular hacia los ciudadanos de origen árabe o magrebí».
Qué sandez. Los árabes no constituyen ni una religión ni una raza ni una cultura, sino gente de religiones diversas (aunque el islam predomine en número) y de naciones y culturas asimismo distintas, cuya única característica común consiste en el uso del árabe como lengua materna por parte de musulmanes, cristianos maronitas y melquitas, caldeos, coptos, y por drusos y yazidíes. Y también por ateos. Hay bastante más xenofobia antiárabe entre los musulmanes turcos e iraníes que entre los católicos españoles.
Me conmueven los planteamientos honestamente críticos que escritores y pensadores de origen musulmán han opuesto al islam. Leo con gusto, por ejemplo, a la holandesa Ayaan Hirsi Ali o al francés Abdennur Bidar, reformistas radicales, pero, siendo el islam esencialmente incompatible con la libertad individual, claman en el desierto. Por eso, frente a la deshonestidad congénita de los apologistas españoles del islamismo, ya sean muladíes o
donjulianes, prefiero la actitud del poeta sirio Alí Ahmad Said Esber, más conocido como Adonis, que responsabiliza totalmente al islam de la catástrofe brutal y ubicua en la que ha derivado la primavera árabe (véase su Violence et Islam, conversación con su traductora marroquí, la psicoanalista Houria Abdelouahed, que acaba de publicar Éditions du Seuil). Antisionista, Adonis no es santo de mi devoción. Pero es un valiente. Y árabe hasta la raíz. El escritor mayor de la lengua árabe en el siglo XX y en lo que llevamos del XXI. Árabe a secas, ni cristiano ni musulmán. E islamófobo, mira tú por dónde.
JON JUARISTI – ABC – 29/11/15