Daniel Berzosa-ABC
- «Don Felipe, por razón de su posición, preparación y ejercicio, posee extraordinarias cualidades para dar voz a España en Occidente y en el resto del mundo. Es capaz de ser el gran proyector de la idea de España en la realidad nacional e internacional»
Si el pasado año, que acabamos de dejar atrás, hemos tenido la dicha de celebrar los primeros diez años renovadores, complejos y brillantes, de reinado de Felipe VI, puede ser oportuno esbozar los desafíos de la Corona para el año viniente y otros nueve más.
La mirada corta y egoísta nos ofusca en la política y en la vida generando visiones meramente identitarias y rivalidades cainitas. Pero, si la vista es inteligente y bondadosa –como debe mirarse por el bien de la mayoría, tanto considerados en nuestra individualidad como comunidad social en la historia–, reconocemos que la política y la vida son, sobre todo, proyectivas y que se ha de estar en ellas de forma activa, constructiva y racional; y que es determinante, ante un mundo en imparable cambio radical, que nos elevemos cívica y éticamente.
Observemos lo que nos pasa en España con nuestros problemas endógenos. Diferencias minúsculas alzadas a categoría de ‘casus belli’ por una clase política con una conciencia localista –sálvese el que se deba salvar–; mientras de facto vivimos una globalización indetenible. En efecto, las cuestiones relevantes se encuentran fuera de nuestras pequeñas fronteras y son las que verdaderamente debemos encarar para trazar un futuro mejor para España. ¿Cómo captamos y competimos en los flujos financieros internacionales? ¿Cómo nos insertamos con eficacia y dignidad humanista en la revolución tecnológica y digital? ¿Cómo participamos con éxito en el gran reto del conocimiento de los algoritmos y su procesamiento con capacidad creativa? Sin embargo, en lugar de estar en los debates esenciales, continuamos tirándonos los trastos y focalizados en aspectos secundarios y dialécticas que nos consumen estérilmente. Enfoquemos, pues, nuestra mirada hacia la ‘gran partida’ que se juega en el mundo.
Es, dentro de este marco general, desde el que quiero partir para atreverme a señalar los que son –a mi juicio– los elementos nucleares para la Corona en el próximo decenio.
En primer lugar, la Corona ha de seguir firme y cálidamente desplegando su misión más importante, esto es, la de mantener la unidad y permanencia de España, de la nación española. Así se lo asignó el pueblo español al Rey, como Jefe del Estado, en la primera línea del artículo 56 de la Constitución. Unidad entre los ciudadanos, entre los territorios de la nación y entre los partidos políticos.
Por otro lado, como la Corona tiene que estar en la realidad del país hacia dentro y hacia fuera, el Rey debería apostar especialmente, ante el mundo nuevo que se viene abriendo paso, donde hay una redefinición completa de los ejes de poder, por impulsar y sostener con altura la presencia internacional de España por encima de los vaivenes partitocráticos.
Don Felipe, por razón de su posición, preparación y ejercicio, posee extraordinarias cualidades para dar voz a España en Occidente y en el resto del mundo. Es capaz de ser el gran proyector de la idea de España en la realidad nacional e internacional. Es un hombre con una visión afinada de la geopolítica, tras haber atesorado una experiencia medida y rica en el ancho mundo. No podemos olvidar que estudió en Estados Unidos y en Canadá, haciendo suyos los valores transatlánticos. España y los españoles debemos aprovechar su acervo y experiencia, especialmente valiosas con el nuevo gobierno en Estados Unidos. Tampoco podemos olvidar el ámbito europeo; donde nuestros Reyes atesoran un sobresaliente prestigio (basta rememorar su reciente viaje de Estado a Italia). En todo su reinado, Su Majestad el Rey ha evidenciado que, además de un rey europeo, es un rey europeísta.
El artículo 56 indica también que corresponde especialmente al Rey la más alta representación de España en sus relaciones con su «comunidad histórica». Desde una óptica política, económica, cultural y social, las naciones iberoamericanas saben que cuentan particularmente con el apoyo de España para elevarse en Europa y en el resto del mundo. Somos aliados firmes desde unos vínculos indisolubles. El Rey encarna el nexo común. Por último, es enorme y clave el potencial de relación de Felipe VI con la orilla sur del Mediterráneo. Su Majestad representa esa continuidad, estabilidad y ‘auctoritas’, que son percibidas siempre con respeto y consideración por dichos países.
Además de su proyección exterior y en todo momento, el Rey debe continuar ejerciendo con muchísima autoridad todas las atribuciones que tiene asignadas en la Constitución. Sin salirse de ella; pero, desde luego, en clara interacción con las instituciones y con la sociedad civil. Es especialmente reconfortante recordar el valor en todos los órdenes de su presencia en Valencia, tras la tragedia padecida. El Rey, los Reyes han servido de correa de transmisión de la solidaridad y la unión entre las personas y las comunidades autónomas de España.
La agenda del Rey tendría que contemplar los temas, que, de verdad, importan y mejoran la vida de la gente. La recuperación de las clases medias, la incorporación a la revolución tecnológica digital, la inserción de España en la mundialización. Posiciones que tengan que ver con el avance de forma particular en las disciplinas técnicas y científicas en un país que necesita expertos, y con un compromiso profundo con nuestro modelo educativo; donde se recupere esencialmente la fuerza de lo que es la formación y donde España eduque personas sólidas, operativas y con valores en una sociedad internacionalizada.
Cuando se mira en el plazo de un decenio y se piensa en desafíos, sumo uno, subyacente y concomitante con los citados, y que habrá que saber alimentar con singular acierto. Se trata de la relación con los jóvenes y la siguiente generación. Hay que trasladar el conocimiento y el verdadero significado de la Monarquía parlamentaria, para que adquieran plena conciencia de que es una Institución intrínsecamente asociada a la democracia y a la cohesión social.
Gracias a su indudable preparación, empatía y compromiso, Su Majestad el Rey Don Felipe VI es la figura óptima para recordarnos dónde están los verdaderos debates y para afrontar con éxito de forma activa junto a la nación los desafíos actuales y venideros de la Corona y de España.