ARCADI ESPADA-EL MUNDO
Sin embargo, cualquier previsión sobre los resultados de noviembre es pura ligereza. La dejación de la mayoría mainstream puede provocar que la sentencia del Proceso se convierta en el principal argumento de la campaña. Y en todas direcciones. No solo puede dopar emocionalmente el voto independentista. También puede llevar al Gobierno a sobrerreaccionar ante cualquier atzagaiada del imprevisible presidente de la Generalidad en funciones. Si efectivamente ésa se produjera, la obligada unidad institucional de los partidos se vería seriamente dificultada por la tentación electoral. Todas las informaciones coinciden en que el Tribunal Supremo hará pública la sentencia en las próximas semanas, entre el 2 y el 15 de octubre. El Tribunal no quiere dar más argumentos movilizadores al segundo aniversario del frustrado referéndum –la misma razón por la que evitó los días previos a la Diada– y pretende dictar sentencia antes de que expire el plazo de la prisión provisional de Cuixart y Sánchez, que deberían ser liberados el 15 de octubre. Algunas de las razones de tales cálculos que, como habrá visto el agudo lector parten de la base de que la sentencia será condenatoria, demuestran que la justicia del Supremo atiende a las cláusulas de la vida y que trata de no complicarla más allá de lo necesario. Dada, pues, su probada sensibilidad es necesario que dé un paso más. Y que supla la mayúscula irresponsabilidad de la política retrasando la sentencia hasta más allá de las elecciones. Sí, habrá que convocar una vista para decidir sobre el mantenimiento de las prisiones provisionales de Cuixart y Sánchez. Una incomodidad. Pero incomparable a la certeza de ver sometida la Justicia a la más infecta propaganda.