IGNACIO CAMACHO – ABC – 29/10/16
· La claudicación de las reválidas preludia el tono de un mandato en que el PP conservará el Gobierno pero no el poder.
Mal comienzo. La suspensión de las reválidas como primer regalo de buena voluntad a la izquierda preludia el tono de una legislatura en la que el PP va a conservar el Gobierno pero no el poder. Si con mayoría abrumadora el marianismo no se caracterizó, a pesar del relato con que lo han caracterizado sus adversarios, por la defensa de sus propios principios, en minoría absoluta tendrá coartada para una plena abdicación consagrada en el altar del pragmatismo político. Rajoy presidirá un Gabinete monocolor con un programa de forzosa inspiración socialdemócrata en el que a las medidas pactadas con Ciudadanos se sumarán las que velis nolis le imponga un Parlamento frecuentemente conjurado en su contra.
La claudicación de los «exámenes de Estado» es el símbolo de esta coalición que va a cumplir al pie de la letra la célebre dedicatoria de Hayek a los socialistas de todos los partidos. La Ley Wert era un descalzaperros fruto de la arrogancia del ministro que la redactó mano a mano con su señora esposa, pero gran parte de la contestación que ha despertado responde al concepto patrimonialista de la educación que la izquierda ha impuesto en la sociedad española. Una mentalidad indolora, permisiva, alérgica al sacrificio y refractaria al valor de la excelencia y de la responsabilidad.
La misma que cuestiona los deberes, fomenta la promoción de curso con suspensos pendientes y construye una adolescencia perpetua en la que el igualitarismo sirve de coartada al pensamiento fácil y a la abolición del esfuerzo competitivo. La base pedagógica de una idea del Estado subvencional, proveedor gratuito y eterno de bienes y servicios, amparador de derechos sin obligaciones.
Esos son los blandos conceptos triunfantes a los que el PP tendrá que plegarse para conservar el alquiler de la Moncloa. Bajo el mantra sagrado del diálogo, resulta incluso probable que incremente su menguada aceptación social y lime sus perfiles de partido antipático. Quizá bien pronto, cuando el Presupuesto apriete con su razón mayor, veamos al presidente argumentar para satisfacción del PNV los beneficios del acercamiento a sus hogares de los presos etarras. Será sólo el principio de un mandato sin mando que es el único posible para interpretar el veredicto electoral y la consiguiente correlación de fuerzas parlamentarias.
La ventaja de este centro-derecha es que esa «flexibilidad» no le supondrá demasiado trabajo. Su vocación de fuerza atrapalotodo le otorga una identidad adaptadiza que le evita conflictos de remordimiento ideológico. El único problema real que va a tener es el de la propaganda, el de la narrativa política, en el que se mueve con incapacidad congénita. No sería nada extraño que viésemos en los próximos meses a un Rajoy desacomplejadamente entregado a la socialdemocracia y con una etiqueta de autoritarismo conservador pegada con engrudo progresista en su espalda.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 29/10/16