La década de los 90 puso a los turistas españoles de largo y fue moda entonces viajar a Nueva York. La ventajosa paridad de la peseta con el dólar hizo que los aborígenes nos llamaran give me two. Por el precio de uno, lleve dos, hizo fortuna. Bigas Luna estrenó en el 93 Huevos de oro, una película con un gran acierto de casting. Su protagonista, Bardem, encarnaba a un constructor macarra y arribista, con un lema inequívoco: «Si tengo dos huevos, ¿por qué no puedo tener dos Rolex?». No habíamos conocido hasta entonces a dos Pontífices, pero Benedicto XVI se jubiló y los tuvimos. Tampoco habíamos tenido dos Reyes. Era tradición que en el funeral del monarca muerto se gritara: «¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey!» por la continuidad de la Corona, supongo que me entienden. Ahora las cosas ya no son así y tenemos dos Papas y dos Reyes. La tendencia al dos por uno crea tradición.
El caso es que tenemos dos Reyes y la duplicidad creó a la Casa Real un problema al que buscó una solución disparatada. ¿Se acuerdan de cuando Felipe decía que los ex presidentes eran como jarrones chinos, que nadie sabía dónde ponerlos? Pues imagínense lo que debe de ser un Rey Emérito: análoga vasija, pero de la dinastía Ming. No se sabe dónde ponerlos, y son frágiles.
Esa es la razón alegada por la Casa Real para no invitar a Don Juan Carlos al festejo del 40º aniversario de aquellas elecciones. No sabían dónde ponerlo. Fíjense si el asunto me parece ridículo que según creo recordar es la primera vez que estoy de acuerdo con Pablo Iglesias, un hombre con dificultades para comprender un poema tan sencillo como hermoso de Machado, «Españolito que vienes…». Prepárense para cuando nos explique a Emily Dickinson, por poner un ejemplo. Pero acertó al decir que «la presencia del Rey Juan Carlos me habría parecido lo más pertinente del mundo».
Albert Rivera no lo echó en falta. Margarita Robles comentó que «el PSOE se queda con este homenaje a las personas que hicieron posible la Transición». Hombre, mujer, bien está que haya adquirido la fe republicana, pero el Ausente, este ausente, fue el primer español que hizo posible la Transición. Se ha mosqueado y con razón. Carece de lógica organizar un sarao con foto de familia de los Reyes con las primeras magistraturas, todos los diputados constituyentes y algunos, ya fallecidos, encarnados en sus hijos (Suárez, Carrillo y Lola Serguéyeva Ruiz, la nieta de Pasionaria). Y que falte precisamente el Rey que presidió aquella sesión solemne de las Cortes del 22 de julio del 77. Pero hombre, qué despropósito, es como organizar una boda y olvidarse de citar a la novia o al cura/juez (táchese lo que no proceda).
En el acto de hace 40 años, el PSOE hizo lo mismo que Podemos: se pusieron de pie al entrar los Reyes, pero se guardaron de aplaudir. Alfonso Guerra se metió la mano derecha en el bolsillo de la chaqueta, mientras Carrillo y sus 19 diputados aplaudían con entusiasmo. «Nuestros hijos», dijo Borrell. Yo creo que el jefe de la Casa del Rey tiene tiempo para arreglar algo: 17 meses hasta el 6 de diciembre del año que viene en que se cumplirán 40 años de la Constitución. A ver si para entonces ha encontrado un lugar donde ponerlo.