JON JUARISTI, ABC 07/07/13
· La crítica de Merkel a la insolidaridad de los ricos enlaza con la mejor tradición del liberalismo.
En la entrevista concedida por Angela Merkel a los periódicos del grupo Europa y publicada por todos ellos el pasado martes, la canciller alemana reparte leña en todas direcciones, pero ataca por vez primera la irresponsabilidad de los ricos. Parece, por tanto, que la crítica a las actitudes insolidarias y antipatrióticas de buena parte de las elites económicas ya no es exclusiva del papa Francisco y de sus amigos judíos de Argentina. Difícilmente se podrá acusar de peronismo a la señora Merkel.
Algunos sedicentes liberales podrán seguir jugando al avestruz y repitiendo hasta el aburrimiento sus cuatro dogmas. Podrán seguir paseando por sus foros a supuestos filósofos que atribuyen el cabreo de los damnificados por la crisis a ignorancia infantil de las leyes del mercado y, de paso, predican la necesidad de destruir lo que queda del Estado del Bienestar, cuando no de la democracia en su conjunto para sustituirla por nuevas monarquías absolutas. Extraño liberalismo, tan parecido a la utopía regresiva de los vizcondes franceses, con la diferencia a favor de éstos de que no les preocupaba lo más mínimo pasar por antimodernos. Puestos a regurgitar sus teorías, resultarían menos indigestas las originales que las copias chapuceras, y sería más edificante para el espíritu discutir las enormidades de los emigrés o del padre Salvá que dedicar un minuto a las tonterías sobre la vuelta al patrón oro o a la apología de las autocracias árabes y a la defensa –antisemita, por ciertode la puesta en circulación del dinar califal.
Y luego vapulearán a los progres por supeditar la realidad a las abstracciones y a los clichés. Nada más parecido a ello que cierto liberalismo ideológico incapaz de someter sus doctrinarismos a la prueba de la realidad, y la realidad es que, como lo ha dicho Angela Merkel, los capitales huyen y que los evasores siguen siendo legión con o sin medidas de ajuste. Es lo que separa nuestra época de la del thatcherismo. Los parámetros sociales son muy distintos. Refiriéndose a los Estados Unidos, Niall Ferguson ha descrito los efectos de la desaparición de las clases medias que tendían un puente entre ricos y pobres y aseguraban así la continuidad del sueño americano fundamentado en la movilidad social. Ya no hay sueño que valga. Según Ferguson, la sociedad americana se ha dividido entre una mayoría cada vez más depauperada y una casta privilegada, minoritaria y endogámica. Entre ambas, una distancia de fortuna que no cesa de ensancharse. Éste puede ser también el destino de Europa si sus ricos, contra lo que a la desesperada les ha pedido Ángela Merkel, se resisten a ser útiles.
Ante esa perspectiva, conviene volver a las enseñanzas que el liberalismo emergente sacó de la Historia cuando aún era capaz de ver sus dimensiones sociales sin perderse en meras especulaciones económicas. Conviene volver, por ejemplo, a las relaciones que Tocqueville estableció entre orden, función y privilegio en ElAntiguoRégimeny
laRevolución. Refiriéndose a la aristocracia francesa, Tocqueville observó que ésta empezó a ser odiada por el pueblo cuando, conservando sus privilegios, dejó de cumplir sus funciones. En realidad, no es indispensable recurrir a Tocqueville. Jovellanos advirtió exactamente lo mismo. El énfasis que puso en la censura moral de un estamento privilegiado al que él mismo pertenecía se ajustaba a idénticas pautas: cuando desaparece la función social, el privilegio se hace odioso. No es un lenguaje muy distinto el que hoy emplea el Papa Francisco al hablar de la función social de la propiedad o el de Angela Merkel cuando apela –desesperadamente– a la utilidad de los ricos.
JON JUARISTI, ABC 07/07/13