Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 6/9/12
Hubo hace unos días unas palabras de la candidata Laura Mintegi que me llamaron la atención. En realidad son muchas las veces que me llaman la atención las palabras de Mintegi, sobre todo por la absoluta vacuidad de lo que dice, pero vayamos por partes. A raíz de unos actos de violencia callejera perpetrados la pasada semana, los partidos políticos le pidieron a la candidata Mintegi que los condenara, y ésta respondió con la chuleta prêt à porter que tiene su coalición para esas ocasiones. Hubo, sin embargo, en la articulación del recetario una sabrosa novedad, que es un claro indicio no ya de desvarío teórico, sino de que esa gente, si bien sabe muy bien lo que hace, muchas veces no sabe lo que dice. Decía la candidata Mintegi que el término condena, también la de los atentados de ETA, «pertenece a la terminología de la moral», y añadía que ella «la veía muy adecuada en los púlpitos». Como los púlpitos, salvo que denominemos también así las tribunas universitarias, suelen estar asociados con las creencias religiosas, parece que la señora Mintegi, haciendo tabla rasa del pensamiento occidental por lo menos desde el siglo XVII, no concibe una moral que no esté fundamentada en una religión. ¿Posee alguna convicción moral la candidata, y si la tiene, en que creencia la funda?
Refiriéndose a los mismos hechos, en otra entrevista posterior, la candidata echa mano otra vez del recetario y nos suelta la consabida perla. Si es que ocurrieron esos hechos, pues ella casi asegura que lo ignora, dice que «hay que tomar medidas en el camino de la normalización política para quitarles todo argumento y para que no vuelva a ocurrir eso». Como es habitual en la izquierda abertzale, la responsabilidad siempre es ajena y se la hace depender además de una entelequia, «la normalización política», de la que enseguida hablamos. Me pregunto, en primer lugar, si Laura Mintegi daría una respuesta similar ante cualquiera de los muchos hechos delictivos que se cometen en nuestra sociedad, una respuesta del tipo «hay que crear las condiciones para quitarles todo argumento», lo que no es sino un argumento para asentar la impunidad.
Y está luego lo de la «normalización política», un concepto con tufo totalitario, o una de esas patrañas circulares que sirven para justificar lo injustificable. Sólo el delito atenta contra la normalización política- mejor dicho, contra la normalidad política -, que es siempre, y ha de ser, conflictiva. ¿Se puede, por tanto, apelar a la normalización política para acabar con el delito cuando en realidad es con éste con el que hay que acabar para que aquella sea posible? ¿O es la voz del silencio, impuesta a través de la intimidación violenta, lo que se pretende que sea la «normalización política»? Laura Mintegi nos ha ofrecido hasta ahora unas fotos, en una operación de marketing, alguna de ellas de chiste, según el lehendakari, o irritante – y con razón – según el PNV. Por lo demás, rien de rien.
Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 6/9/12