- Chateaubriand estuvo al servicio de Napoleón y conoció muy de cerca las políticas del Emperador y déspota. Y hay pasajes que me han hecho ver, en las palabras del maestro francés, el perfecto retrato de lo que está haciendo Sánchez en la España de hoy
Muchos hemos acudido en las últimas semanas a ver el «Napoleón» cinematográfico de Ridley Scott protagonizado por Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby. A mí me pareció deplorable. Tanto cinematográfica como históricamente. Ningún interés. En cambio, ha caído en mis manos un brevísimo ensayo del gran Chateaubriand, François-René de Chateaubriand, uno de los pocos gigantes de la literatura universal como se demuestra por el hecho de que sus obras estén firmadas sin sus nombres propios. Ésta se titula «De Buonaparte y de los Borbones», escrita en 1814, y editada en España en 2011. Apenas suma 143 páginas en edición de bolsillo, tamaño tarjetón, de las que el texto del autor sobre el tema que menciona en el título sólo son 72. Está publicado por esa editorial preciosista que es Acantilado. Considerando que mi anterior aproximación a Chateaubriand fue en 2004 con la publicación por la misma editorial de sus «Memorias de Ultratumba», dos tomos que suman 2.722 páginas tamaño cuartilla y en papel biblia -cuya lectura estoy lejos de haber completado- encontrarme con un ensayo así ha sido uno de los mayores placeres de esta Navidad que debo agradecer a mi mujer.
Chateaubriand estuvo al servicio de Napoleón y conoció muy de cerca las políticas del Emperador y déspota. Y hay pasajes que me han hecho ver, en las palabras del maestro francés, el perfecto retrato de lo que está haciendo Sánchez en la España de hoy. Permítanme seleccionar algunos párrafos del brevísimo ensayo.
Aquí sustituyan el «Príncipe» por el «presidente» o, si lo prefieren por el «autócrata», «soberanos legítimos» por «libertades» y «Francia» por «España» y el párrafo resultará más transparente. «Toda libertad expira, todo sentimiento honorable, todo pensamiento generoso se convierten en conspiraciones contra el Estado. Si se habla de virtud, se es sospechoso; alabar una buena acción es una ofensa contra el Príncipe. Las palabras cambian de acepción: un pueblo que lucha por sus soberanos legítimos es un pueblo rebelde; un traidor es un súbdito fiel; Francia entera se convierte en el imperio de la mentira; periódicos, panfletos, discursos prosa y verso, todo disfraza la verdad. Si ha llovido, se asegura que hacía sol; si el tirano ha paseado por entre el pueblo mudo, se afirma que avanzaba entre las aclamaciones de la multitud. El único fin es el Príncipe: la moral consiste en entregarse a sus caprichos, el deber en elogiarlo.» (Págs. 60-61)
En este otro párrafo sustitúyase «soberano» por «presidente», «Buonaparte» por «Sánchez» y «Francia» por «España» y 200 años después de que Chateaubriand escribiera el texto original, el retrato de España es casi perfecto. «Esos muchachos crecían en escuelas donde al redoble del tambor se les enseñaba la irreligión, el desenfreno, el desprecio de las virtudes hogareñas y la obediencia ciega al soberano. La autoridad paterna, respetada por los más espantosos tiranos de la Antigüedad, era considerada por Buonaparte un abuso y un prejuicio. Pretendía hacer de nuestros hijos una especie de mamelucos sin Dios, sin familia y sin patria. Parece que ese enemigo de todo se hubiera empeñado en destruir Francia desde sus cimientos. Ha corrompido más él a los hombres, ha hecho más daño al género humano en el corto espacio de diez años que todos los tiranos de Roma juntos, desde Nerón hasta el último perseguidor de los cristianos.» (Pág. 63)
Y tan sólo una cita más que Chateaubriand toma de Napoleón y que es perfectamente atribuible a Sánchez: «La política consiste en burlarse de los hombres» (pág. 75). Y en esto, habrá que reconocer que el presidente del Gobierno español ha superado, con mucho, al Emperador de los Franceses.
Y para quienes crean que la presente gloria de Sánchez tiene que ser forzosamente efímera, recuerden que, en once años de gobierno absoluto, Napoleón cosechó cinco millones de muertos por toda Europa. Y hoy está enterrado con la mayor gloria y boato en el Hôtel National des Invalides de París. A nadie se le ocurre hacer un «traslado a El Pardo». Gloria al tirano. ¡Ah! Y Chateaubriand afirma en su ensayo «De Buonaparte y de los Borbones» que la única salvación frente al tirano es el Rey legítimo. La salvación para él está en los Borbones.