EL MUNDO – 15/06/16
· El PP ve rendijas para poder gobernar y se aferra a que el líder de C’s no vetó a Rajoy en el debate.
El debate a cuatro no supuso el anhelado cambio de ritmo que le hace falta a la campaña electoral, pero el PP está satisfecho porque han salido «vivos» y creen que también «reforzados». Ayer sólo cabían interpretaciones positivas. Más allá de la lógica natural de declarar ganador a Mariano Rajoy, los populares quisieron ver el camino, esta vez de verdad, hacia la gobernabilidad. Dos circunstancias motivaron especialmente que en Génova se hicieran lecturas muy posibilistas del debate. Una, motivada por la actuación de Pedro Sánchez. La otra, por Albert Rivera.
Los populares consideran que el candidato socialista «ha sido el gran perdedor». Cada vez tienen menos dudas de que el PSOE será tercero en las elecciones y, si es así, señalan fuentes de la dirección, el día después del 26-J «no estará para contarlo». Sin entrar en más disquisiciones sobre quién le sustituirá, su salida se concibe en Génova como el paso previo a la posibilidad de un acuerdo con el PSOE a través de una abstención que permita la investidura de Rajoy.
Este es el futuro que ellos desean para Sánchez. Con Rivera se conforman sólo con que cambie de opinión. A pesar de que el líder de Ciudadanos fue, de lejos, el más duro con el presidente en funciones, los populares se quedan con que Rivera «no habla de veto» a Rajoy. El director de campaña del PP, Jorge Moragas, ya defendió públicamente hace unos días que el dirigente de Ciudadanos cambiará de opinión sobre Rajoy el día después de las elecciones, como ha hecho en otros asuntos. En Génova empiezan a atisbar ese cambio.
El PP estudia las declaraciones de Ciudadanos con lupa. Y a la insistencia con que defendían ayer que Rivera no vetó a Rajoy en el debate, sumaron las afirmaciones del vicesecretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, que en declaraciones en la Ser no quiso hablar de pactos porque, dijo, «tenemos que esperar a que los españoles voten». «Con las cartas que tengamos cada uno hay que ver cómo se juega, tiene que haber pactos y tiene que haber pactos para que haya Gobierno», añadió.
Villegas volvió a aludir a que la condición para formar parte de un Gobierno será «cambio y regeneración democrática» pero, como hizo Rivera, no quiso precisar si exigirán que Rajoy dé un paso atrás.
En Génova aprecian en estas palabras un leve movimiento, aunque reconocen que el paso fundamental es que Ciudadanos será decisivo. El 20-D –recuerdan– no lo fue.
Con las dudas sobre Ciudadanos intactas, sólo el PSOE puede servir como tabla de salvación. Mariano Rajoy sigue empeñado en la solución de la gran coalición, a la espera de la caída de Sánchez. Ayer reapareció en Roquetas de Mar tras el debate y, preguntado por los medios de comunicación por el acuerdo con los socialistas, el candidato popular se negó a descartar nada. «Ya veremos», manifestó.
Los populares tienen tendencia a atravesar fases de euforia y de depresión. Pero en campañas o en vísperas de ellas el clima interno siempre es positivo. Admiten que el debate no moverá muchos votos, pero sí creen que refuerza el voto útil hacia ellos en cuestión de empleo.
Justo este enfoque es el que ayer Rajoy defendió en Almería. Su valoración del debate fue en esta línea. «Ayer quedó claro –dijo Rajoy– que enfrente hay mucho ruido», pero que no veía «un proyecto claro para España». Por contra, en el PP prometen lo que ya están haciendo, señaló sobre el ritmo de creación de puestos de trabajo. El presidente en funciones machacó ayer mucho sobre la bajada del paro en una provincia muy castigada por el desempleo y donde el PP no consiguió un tercer escaño el 20-D por sólo 300 votos. Este diputado fue a parar a Podemos.
Con la idea también de prometer trabajo, el candidato del PP protagonizó después un acto en Granada. Allí los populares sí lograron el tercer escaño, pero únicamente por 600 votos. Rajoy fue ayer a intentar asegurarlo.
Acostumbrado como está a analizar sus circunstancias personales y políticas en clave de supervivencia, Mariano Rajoy puede haber concluido que el debate a cuatro le salió bien. Tanto daría que no fuera así. Nadie de su equipo se hubiera atrevido a decirle lo contrario al presidente en funciones. La coletilla «en funciones» es un formalismo político y periodístico que para Rajoy no tiene mayor relevancia. Él se siente presidente a todos los efectos y está seguro, también a todos los efectos, que va a seguir siéndolo durante muchos años más.
Sin embargo, cualquiera que haga el ejercicio de apagar el sonido del debate y fijarse únicamente en los gestos, se dará cuenta de que cuando alguien ilumina el foco de la corrupción, la cara de Mariano Rajoy se convierte en una caricatura de sí mismo. La amargura se le hunde en las comisuras y los ojos le tiemblan detrás de las gafas. Le ha vuelto a suceder y fue Albert Rivera quien le sacó los tics al desempolvar las páginas de este diario sobre sus sobresueldos y los SMS que le envió a Luis Bárcenas: «Bárcenas guardaba silencio por el apoyo que le daba Rajoy». El tímido contraataque de Rajoy, recordando que Rivera confesó a Jordi Évole que igual en su vida había pagado alguna factura en negro, resultó algo cómico para ser el presidente todo un experto en competiciones dialécticas de altura.
Replicar al líder de Ciudadanos llamándole inquisidor y diciendo que la corrupción que afecta al PP se limita a unas cuantas cosas que salen en los periódicos requiere una notable soltura personal y política.
Es cierto que el PP simula haber pasado página del escándalo de su tesorero. Puede incluso que Rajoy no pierda más votos por la corrupción. Pero el debate a cuatro le revolvió el sinsabor de que, allá donde vaya mientras sea presidente, siempre habrá alguien que le recuerde quién fue. El que nombró tesorero a Bárcenas y el que le aconsejó fortaleza de ánimo después de descubrirle una cuenta en Suiza.
Aparentemente, las caras de la dirección del PP dicen que todo va muy bien. Pero el episodio en el que Rivera acorraló a su candidato en prime time fue una señal de que la batalla por el electorado de centro derecha está tan viva como la que se libra en la izquierda. Ciudadanos –contra los pronósticos oficiales del partido gobernante– no se desvanece ni cede posiciones en favor del PP. No de momento. Rivera salió reforzado del debate a cuatro, después de unos meses vagando por terreno de nadie. De los campamentos de refugiados de Grecia hasta Caracas.
Los pasos que da le impiden apoyar un posible Gobierno presidido por Rajoy. Sería como hacerse el harakiri. El presidente se sigue viendo presidente por muchos años. Aunque sea en minoría. Pero el 26-J ya veremos si el optimismo oficial se corresponde con el recuento electoral.
EL MUNDO – 15/06/16