Paloma Esteban-EL CONFIDENCIAL
El PP tendrá que pelear cada día el liderazgo de la oposición si no quiere que el protagonismo acabe en manos de Ciudadanos e incluso de Vox, como sucedió
El arranque de legislatura, polarizado y con un claro enfrentamiento entre los distintos partidos, arrojó este martes más de una conclusión. La primera, que el PSOE sufrirá para conseguir los apoyos necesarios de la mayoría absoluta (176) en todas las votaciones importantes. La segunda, que la tensión entre los grupos independentistas y el centro derecha de la Cámara será continua (el juramento y acatamiento de la Constitución lo demostró sobradamente), y la tercera, que la rivalidad entre los partidos políticos de este espectro ideológico no ha hecho más que empezar. El PP, segunda fuerza y líder de la oposición, tendrá que pelear cada día ese liderazgo si no quiere que el protagonismo acabe en manos de Ciudadanos e incluso de Vox, como sucedió ayer.
Los diputados de Santiago Abascal se encargaron de boicotear el juramento de los dirigentes independentistas. Cada vez que uno de ellos comenzaba su intervención (Junqueras, por ejemplo, «desde el compromiso republicano, como preso político y por imperativo legal, sí prometo», y Turull, «por imperativo legal con lealtad al mandato democrático del 1 de octubre y al pueblo de Cataluña»), los 24 parlamentarios de Vox comenzaban a dar golpes en el escaño a modo de protesta. A ellos se unieron algunos diputados de Ciudadanos como Juan Carlos Girauta y Sergio del Campo y, también, desde la bancada del PP se escuchaban gritos, quejas e incluso alguna palabra malsonante.
Pero Pablo Casado decidió no intervenir. No lo hizo en ningún momento, optando por mantenerse en un segundo plano, según explican fuentes populares, asumiendo un papel meramente institucional, dicen en el PP, y siguiendo la sesión solemne de constitución de la Cámara sin saltarse las normas y tradiciones parlamentarias.
El líder de Ciudadanos, sin embargo, optó por intervenir de otra manera. Apelando directamente a la presidenta de la Cámara, Metixell Batet, a la que reprochó que permitiera el incumplimiento del reglamento del Congreso. «Se ha incumplido el artículo 103.1 insultando el decoro de esta Cámara y las instituciones del Estado. Se ha permitido que se hable de presos políticos en una democracia. España es una democracia y no hay presos políticos. Le pido que actúe para frenar este tipo de actitudes. Personas que han atacado las instituciones del Estado y que han atacado la dignidad de España vuelven a humillar a los españoles. Esta Cámara merece que usted nos defienda a todos los españoles», lanzó Rivera en el primer rifirrafe con la presidenta del órgano de gobierno del Congreso.
Batet contestó con una negativa al líder de Ciudadanos: «Todas las fórmulas de acatamiento han sido respetuosas con el artículo 4 del reglamento y con la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, puesto que no es la primera vez que se usan fórmulas distintas. No se ha mermado la esencia del acatamiento», concluyó la presidenta dando un portazo al líder de Ciudadanos entre aplausos de Unidas Podemos.
Aunque con escaso éxito, Rivera se anotó el tanto de la figura que su grupo tanto perseguirá esta legislatura, como ya anunció él mismo en la noche electoral: erigirse en líder de la oposición (aunque sea la tercera fuerza) y desplazar a Casado. Fuentes naranjas insisten en que los reproches de Rivera a Batet se producen también en un contexto «institucional» y de «contrapeso» a la postura que tendrá la mayoría de la Mesa en esta legislatura y, en concreto, a la presidenta.
En el Grupo Popular, recalcaron que no se trataba de un debate ni de un pleno ordinario, sino de una ceremonia de acatamiento en la que no cabía interrupción alguna salvo la que podía hacer la presidenta si hubiera estimado que las juras o promesas expresadas eran irregulares. Batet permitió todas las coletillas independentistas, los aporreos de Vox para que no se oyeran y dio al final la palabra a Rivera, aunque en el PP entienden que no procedía.
En Vox, algunos de sus dirigentes más conocidos también recibieron la iniciativa del líder de Ciudadanos con cierta crítica insistiendo en que ellos lideraron la ofensiva contra los independentistas y que fue Rivera el que trató de apuntarse el tanto con una versión más institucional. Sin embargo, el líder de la formación de ultraderecha fue partidario de que los suyos aplaudieran al líder de Ciudadanos cuando se enfrentó a Batet. El que desde luego no destacó, o prefirió no hacerlo, fue Casado. El líder del PP, sin quererlo o buscándolo, pasó desapercibido en el episodio más tenso que se vivió en la Cámara.
Minutos después, cuando la sesión parlamentaria había concluido, Casado sí compareció ante los medios para anunciar que remitiría a la Mesa de la Cámara el correspondiente escrito para que revise las fórmulas de juramento empleadas por algunos diputados en una sesión en la que considera que los separatistas «humillaron a la democracia española».
Además de dudar de que las apelaciones republicanas y la lealtad proclamada a la intentona secesionista del 1-O puedan considerarse válidas, el líder del PP acusó después a Batet de ser cómplice de lo ocurrido y de «intento de blanqueamiento de delitos muy graves de los golpistas». De hecho, el dirigente popular presentó ya una propuesta de reforma del reglamento de la Cámara para dejar claro que los parlamentarios solo tienen que decir «sí, lo prometo» o «sí, lo juro», “sin que en modo alguno pueda preceder o ni proseguir ninguna otra expresión a dicha afirmación”.
También pidió que se apliquen de inmediato el reglamento del Congreso y la Ley de Enjuiciamiento Criminal para suspender en sus funciones a los cuatro electos procesados, igual que ya hizo Rivera también este lunes, al anunciar que el grupo naranja tenía listo el escrito en el que exigiría a la Mesa reunirse de inmediato para abordar la suspensión automática. En la Cámara, dan por hecho que los presos serán suspendidos, aunque el proceso podría dilatarse.