EL MUNDO – 07/12/15
· El candidato de Ciudadanos advierte de que, si no consigue ser presidente, rechazará entrar en el Ejecutivo.
· El Gobierno pronostica que el nuevo gabinete será de «centro derecha liberal».
Nunca el 6 de diciembre había dejado de ser el Día de la Constitución para convertirse en el día de la refriega electoral. En esta ocasión, las elecciones a la vuelta de la esquina primaron y el aniversario de la Carta Magna brindó a los líderes políticos, consagrados y emergentes, la oportunidad de hacer campaña desde la sede de la soberanía nacional mientras se miraban de reojo para calibrar fuerzas y posibles alianzas poselectorales.
El núcleo duro de La Moncloa, el que rodea al presidente, apuesta por un futuro Gobierno «de centro derecha liberal». El problema es que no está garantizado un pacto para conseguirlo. Ayer, el líder de C’s, Albert Rivera, hacia el que se vuelven muchos ojos, recalcó que si queda segundo en las urnas se mantendrá como «líder de la oposición».
Aunque, por el momento, se niegan a admitirlo, todos hacen cálculos con la vista puesta en el 21-D. Insisten cada uno por su lado en atribuirse de antemano la victoria, como marca el abecé de campaña, pero en su fuero interno intuyen la posición que les atribuirán las urnas y se preparan para el rifirrafe poselectoral.
«Veremos tiempos movidos y tendremos un Parlamento de lo más animado». Así lo explicaba ayer en el Salón de Pasos Perdidos uno de los ministros más destacados de Rajoy dando por hecho que el Partido Popular ganará las elecciones pero tendrá que pactar y, con las propuestas de unos y otros sobre la mesa, admite que los tiros apuntan a Ciudadanos.
Mal que les pese, porque en el Gobierno y en la cúpula del PP, la formación de Albert Rivera y su ascenso meteórico, del que hablan todas las encuestas, les suscita preocupación. Preferirían que quedara tercero. De hecho, Rivera en esta campaña no está por la labor de ponérselo fácil.
Ayer mismo, el presidente de Ciudadanos no sólo insistía en que no pactará «ni con Sánchez ni con Rajoy», sino que, además, recalcaba que si queda en segundo lugar se mantendrá como «líder de la oposición». Rivera asegura manejar «el mismo tracking que Rajoy», es decir, el mismo sondeo progresivo, que le otorga «el segundo puesto» en intención de voto, por delante del PSOE.
Más aún, el presidente de C’s está decidido a atacar frontalmente durante toda la campaña al «bipartidismo en decadencia». «Necesitamos que se vayan a la oposición», aseguró, después de recalcar que el país no necesita un Gobierno a base de «brochazos rojos y azules».
«Estoy convencido», llegó a afirmar, «de que Rajoy prefiere a Sánchez gobernando antes que a Ciudadanos, y viceversa». Ni PP ni PSOE soportan, en su opinión, la idea de un futuro Gobierno formado por una «plataforma civil». El discurso de Rivera suena firme, pero hay muchos que, vista la actuación de Ciudadanos en Andalucía, donde finalmente pactó con Susana Díaz, no acaban de creerlo al 100 por 100.
Desde luego, a los populares les habría resultado más cómoda una batalla tradicional, es decir, contra el PSOE. Para ellos, C’s no deja de ser un peligro porque, aunque lo siguen calificando como partido «de aluvión», admiten que su líder puede configurarse como la alternativa a Mariano Rajoy.
Así se explica que, para el PP, que en esta campaña sea cuestión de vida o muerte marcar una distancia apreciable con el segundo partido en liza. Quiere que sean más de ocho puntos. Están seguros de su victoria, pero saben que ésta no será decisiva si no es contundente. Soraya Sáenz de Santamaría aseguraba en un corrillo que, si eres el más votado con claridad, juegas de mano y hay posibilidades para elegir. También el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se mostraba convencido de que el PP ganará. Más aún, ve a Rajoy exultante y eso le transmite buenas vibraciones.
Montoro es uno de los que defiende a capa y espada que el país necesita por encima de todo «mantener el rumbo». Repite insistentemente que, por muy difícil que se presente la nueva legislatura, –esencialmente por la falta de una mayoría nítida– nunca será tan complicada y tan dura como la que ha finalizado.
Un discurso gemelo al que hace el propio Rajoy. El presidente asegura que «no firmaría la última encuesta del CIS», que daba al PP una intención de voto del 28% y entre 120 y 128 escaños. Su objetivo es llegar al 30%. Sabe el presidente que, alcanzando esa cota, la Ley d´Hondt le favorece con un salto espectacular en número de diputados. Lograrlo le situaría en el Hemiciclo a una distancia considerable del segundo en liza y reforzaría mucho su aspiración a la investidura.
Rajoy está convencido de que el PP tiene «margen para crecer», sobre todo si se tiene en cuenta el alto porcentaje de los que aseguran estar todavía indecisos. Creen los populares que una parte de los que dicen dudar son, en realidad, voto oculto suyo. Por el momento, el presidente sigue el libro electoral que obliga a no desvelar con claridad la inclinación ante futuras alianzas. «Está todo muy abierto», asegura cuando se le pregunta a cuál de sus tres rivales ve más fuerte. Sí repite que él no intentará «hacer nada» si no es el más votado. Y, en el caso de que lo sea y se alce con la victoria, se niega a avanzar si será Albert Rivera el primero con el que hable.
Ayer sí charló con los adversarios. Con todos, excepto con Pedro Sánchez. Al líder de Podemos, Pablo Iglesias, incluso llegó a sorprenderle asegurándole que «van bien». Con Sánchez no cruzó palabra pese a que durante un buen rato ambos estuvieron a metro y medio de distancia, eso sí, separados por una muralla de periodistas.
El candidato del PSOE empleó buena parte de su tiempo en intentar desmontar la teoría de que está dispuesto a intentar la formación de un tripartito –con Ciudadanos y Podemos– al objeto de impedir que el PP vuelva a ocupar La Moncloa.
Sánchez insistió contra viento y marea en la tesis de que el Gobierno siguen disputándoselo PSOE y PP, mientras que las dos fuerzas emergentes «pelean por la medalla de bronce». También él se aferra a las sorpresas que pueda dar el 41% de los que, según el CIS, dicen estar indecisos y, para animarlos a su favor, repitió eso de que en esta ocasión «el voto útil es más útil que nunca».
Hoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias confrontarán ideas en un debate televisado al que no acudirá el presidente del Gobierno –«no creo que me pase factura, si lo creyera habría ido», dijo ayer–; en el lugar, en principio reservado para el líder del Partido Popular, se situará la número dos del Ejecutivo y de la candidatura, Soraya Sáenz de Santamaría, a quienes algunos, creyentes de la operación Menina que airea el líder de Podemos, ven como la alternativa si finalmente una hipotética alianza poselectoral exigiera en prenda la cabeza de Rajoy.
EL MUNDO – 07/12/15