Paloma Esteban-El Confidencial
La ejecutiva del partido aprueba por unanimidad una hoja de ruta en línea con lo que el partido había puesto en práctica. Los dirigentes que se mostraban críticos se quedaron solos
La expectación en la sede nacional de Ciudadanos fue absoluta. El único punto en el orden del día: los pactos. La tesis defendida por la cúpula desde la pasada semana estaba clara: darían preferencia a pactos con el PP, puntualmente podrían entenderse con el PSOE y cerraban la puerta a que Vox estuviera en los gobiernos. Sin embargo, algunos dirigentes de peso (como Luis Garicano y Paco Igea) tenían dudas sobre la estrategia. El fin de semana fue movido. Mensajes, llamadas y tensión sobre el debate que los miembros del comité ejecutivo nacional mantendrían el lunes. La primera pista la dio el cabeza de lista a las elecciones europeas y economista de referencia en el partido, este domingo, con un tuit en el que defendía la decisión de Manuel Valls sobre hacer alcaldesa a Ada Colau, sin condiciones, con el objetivo de que los independentistas no se hicieran con Barcelona.
La reunión duró más horas que nunca. Empezó relativamente puntual, a las 10 y media, y no terminó hasta cerca de las dos de la tarde. La mayoría pidió turno de palabra. Se expusieron distintas opiniones, distintos puntos de vista. Y hubo reproches. Muchos dirigentes no comprendieron la postura de los ‘disidentes’: hacer pública su opinión en medios de comunicación antes de debatirla en la ejecutiva, y especialmente les dolió el respaldo a Valls, que desde hace meses se ha convertido en un importante quebradero de cabeza para los naranjas. Especialmente, a los dirigentes catalanes les sentó mal el mensaje de Garicano.
Aunque la estrategia del economista —compartida por otros dirigentes— pasa por la creencia de que Colau finalmente se entenderá con Maragall (ERC) y no habrá que ‘mojarse’ con la candidata de los ‘comuns’, la mayoría del partido no comprendió por qué respaldó darle un apoyo gratis, en vez de apostar por Collboni (PSC) siguiendo la lógica de buscar el mal menor. Sobre todo cuando la posición de los ‘críticos’ pasaba por evitar cualquier tipo de populismo y nacionalismo en los pactos y gobiernos. «Colau representa esas dos cosas. Y es contraria a todo lo que defendemos», insisten mieembros de la ejecutiva.
Carina Mejías, actual portavoz naranja en la Ciudad Condal, de la que Valls prescindió para su lista del 26-M, también tuvo una aportación aplaudida por muchos de los dirigentes en la que se despachó tranquilamente contra el exdirigente francés. Fue una de las que advirtieron desde el principio el riesgo que tenía su candidatura y muchos entienden que el tiempo le ha dado la razón.
El plato fuerte del día fueron los futuros pactos que se constituirán tras las elecciones municipales y autonómicas. Más allá del debate, miembros presentes en la reunión aseguran que hubo un consenso final en el que los dirigentes más discrepantes asumieron la tesis general. Insisten en que el perfil del presidente del partido fue «conciliador» y que insistió mucho en explicar los motivos de la estrategia que seguirá el comité negociador de gobiernos.
Se quedaran o no convencidos, la ejecutiva aprobó «por unanimidad» dos documentos, según explicó José Manuel Villegas, número dos de Rivera, poco después. Uno programático (con las medidas que impulsarán en todas las CCAA y ayuntamientos en las que sean decisivos, entre las que destacan la defensa de la unidad de España, bajada de impuestos y medidas de regeneración democrática, todas ellas grandes banderas del partido) y otro sobre con quién llevarán a cabo los pactos. Este último contenía tres puntos básicos: el socio preferente es el PP; en los lugares en los que no sea posible pactar con los populares, se podrían abrir negociaciones con el PSOE, siempre y cuando sus dirigentes se desmarquen de la política territorial de Sánchez; los acuerdos de Gobierno serán a dos y no integrarán a terceros actores como Podemos, Vox o partidos nacionalistas.
Tres cuestiones sobre las que el partido lleva días pronunciándose y que no contenían ninguna novedad sustancial. Eso sí, por primera vez se discutían en la reunión del comité ejecutivo y se votaron todas ellas a mano alzada. Para los ‘críticos’, era de vital importancia que se estableciera ese veto explícito al partido de Santiago Abascal. El partido naranja no parece vacilar al respecto: no se sentarán con el partido de ultraderecha a una mesa de negociación (exceptuando las de carácter meramente institucional, como las de las Mesas de parlamentos autonómicos), y bajo ningún concepto firmarán un acuerdo de gobierno en el que esté Vox.
Distintos miembros de la ejecutiva insisten a este diario en que «no es un farol». Aseguran que el consenso sobre el asunto es total y recuerdan que en la pasada legislatura el partido naranja «picó mucha piedra» hasta convertirse ahora, cuatro años después, en la tercera fuerza política. Entienden que el partido de Abascal «no puede ni debe tener» el mismo peso que PP y Ciudadanos, y afirman que el ‘modus operandi’ será exactamente el mismo que en Andalucía: abrirán una mesa de conversaciones con el PP para pactar un acuerdo de gobierno que después presentarán al resto de partidos, «y será Vox quien tenga que decidir si lo acepta o prefiere que gobierne la izquierda».
En el caso de los ayuntamientos, esa frase es literal: el artículo 196 de la Ley del Régimen Electoral General establece que si no hay acuerdo a la primera, gobernará automáticamente la lista más votada. Por poner un ejemplo concreto: si Vox no respalda el acuerdo que alcancen el popular José Luis Martínez-Almeida y Begoña Villacís, Manuela Carmena saldría elegida de nuevo alcaldesa. El partido de ultraderecha ya se refirió a este asunto, asegurando que estaban dispuestos a que esto ocurriera si populares y naranjas seguían obviando la presencia de su partido. Ciudadanos dobla la apuesta: «Está en sus manos», insiste.
Las negociaciones empiezan
Tras una primera toma de contacto la semana pasada, los partidos comenzarán las negociaciones formales en los próximos días con sus respectivos equipos negociadores. En el caso de Ciudadanos, hay cuatro miembros principales: Villegas, Fran Hervías (Organización), José María Espejo (Acción Institucional y coordinador del comité) y Fernando de Páramo (Comunicación). El escenario sigue muy abierto en estos momentos y lo previsible es que a finales de semana, cuando las conversaciones hayan avanzado, ya se pueda vislumbrar algún acuerdo.
El número dos de Rivera aseguró que aún no han visto nada territorio por territorio. Lo que está claro es que si su socio preferente es el PP, las negociaciones comenzarán con los populares en aquellos lugares en los que puede haber fácilmente un acuerdo: Madrid es un ejemplo (tanto en comunidad como en ayuntamiento), a pesar de que al final necesitarán el respaldo de Vox. La capital es la ‘joya de la corona’ y para los populares, como publicó este diario, es de vital importancia mantener la autonomía e intentar hacerse con la alcaldía.
Castilla y León es una de las comunidades en las que la suma con Ciudadanos da en dos supuestos: tanto con PSOE como con PP, sin necesitar un tercer actor. A pesar de que Igea, candidato naranja, podría estar abierto a entenderse con los socialistas (tras una campaña electoral muy dura contra el PP), todo apunta a que el partido de Rivera podría negociar con el PP dando prioridad, eso sí, a la agenda de regeneración democrática.
En el caso de Aragón, como viene publicando este diario, es una de las comunidades autónomas en las que encajaría el pacto con el PSOE. Primero, por el candidato, Javier Lambán, uno de los barones más críticos con Sánchez, que llegó a pedir la aplicación del 155 en Cataluña. Pero, además, la insistencia de Villegas en que apostarán por pactos «a dos» reforzaría esta posibilidad. En esta comunidad autónoma, naranjas y socialistas suman solos. En la otra cara de la moneda, el posible pacto con el PP implicaría a dos actores más: Vox y los regionalistas del PAR, que ya han cerrado la puerta también a entenderse con Abascal.