En lo peor de la tormenta, en lo más intenso del terremoto, recurrió Albert Rivera a uno de sus golpes de efecto, que demuestran que su instinto político aún no se ha evaporado. Horas antes de acudir a la Zarzuela para atender las consultas del Rey, el líder naranja ofreció a Sánchez un ‘pacto de Estado’ a cambio de su abstención. Puso tres condiciones: 155 en Cataluña, bajada de impuestos y Navarra. Una inesperada iniciativa que desconcertó al PP y sorprendió al presidente en funciones. Una soplo de aliento para el corredor exánime que está a punto de desfondarse a muchos kilómetros de la meta.
Creciente desconcierto
Con esa ingeniosa pirueta recuperó Rivera el fuelle en un momento de agobiante angustia. Pero poco más. El partido naranja, que se quedó a 200.000 votos y nueve escaños del PP en las generales de abril, aparece ahora como un competidor exhausto, sumido en un incontrolable desconcierto estratégico. Se resiste a asumir que no será el líder del centroderecha y no comprende que la letanía de ‘ni rojos ni azules’ resulta algo repetitiva y poco eficaz. Chaves Nogales ya no habita entre nosotros.
- El candidato socialista ya ha mostrado sus cartas: moderación, defensa de la unidad nacional, firmeza en defensa de la Constitución y un 155 todo lo duro y drástico que sea menester
Muchos de sus votantes se manifiestan desorientados. Ni con PSOE y ‘su banda’, ni con la ‘España Suma ‘del PP. Entonces, ¿adónde vamos?, se cuestionan. El tablero político nacional sitúa a Cs como el tradicional partido bisagra que existe en las democracias europeas. Rivera, más vehemente que humilde, rechaza esta opción, que considera ‘de segundones’.
La cita del 10-N puede resultar definitiva para el futuro de Ciudadanos. Sánchez ya ha orientado la proa de su poderoso destructor hacia el caladero naranja. Allí hará estragos. El candidato socialista exhibe su cartas con petulancia: moderación, defensa de la unidad nacional, firmeza en defensa de la Constitución y un 155, todo lo duro y drástico que sea menester, asomando tras la puerta.
¿Que baza electoral le queda a Ciudadanos si pierde su tradicional estandarte de ariete en la lucha contra el nacionalismo golpista? En el terreno de la gestión económica y en el papel de refugio ante la crisis que viene, siempre le ganará el PP, que exhibe enorme experiencia y demostrados éxitos en este determinante terreno. Rivera se encuentra en un trance tan ridículo como el de quien entra en el cine a oscuras y han ocupado su sitio. La sala está llena y ya no hay acomodadores. ¿Qué hacer?
En su desconcertante maniobrar, Cs acaba de proponer en Cataluña una moción de censura para derribar el Gobierno de Torra. Un paso sensato, salvo la incoherencia de que hace tres días rechazó idéntica propuesta impulsada por el PP. Luego de la marcha de Inés Arrimadas, Cs ha perdido su protagonismo referencial en Cataluña. En Madrid, no lo están haciendo mucho mejor, con la extraña actuación de Ignacio Aguado en la vicepresidencia del Gobierno de la Comunidad.
Coinciden los indicios y los augurios en que Cs perderá votos por la izquierda, a manos de un PSOE ansioso y atrapaltodo, y por la derecha rumbo al PP, tranquilo y apacible en todo el proceso de la investidura fallida y de los pactos municipales y autonómicos. Cs es el partido que más tiene que perder. Cierto que también es el partido de las sorpresas. Rivera en ocasiones produce asombro. Al menos, en tiempos pasados. Ahora ya no le quedan demasiadas banderas que izar ni cabos a los que aferrarse.