Respecto del PP y Casado y Rivera y Ciudadanos se está diseñando una estrategia desde la izquierda y los nacionalismos cuyo objetivo consiste, primero, en establecer entre ambas fuerzas políticas y sus líderes una total equivalencia, y segundo, dar carta de naturaleza al discurso según el cual se trata de “derechas extremas”. Ni lo uno ni lo otro es cierto. Y resulta cada vez más evidente que no lo es por más que los discursos que propalan esa semejanza se apoyen en el hecho de que las dos organizaciones y sus dos presidentes disienten de la política del Gobierno de Sánchez y están ambas enfrentadas irreversiblemente con los independentistas catalanes.
Ni el PP ni Cs son “derechas extremas”. Bastaría para acreditarlo emplear el método comparativo. ¿Pueden Casado o Rivera homologar sus tesis con Salvini, con Orbán, con Le Pen o con el democristiano bávaro y ministro del Interior alemán Horst Seehofer, por poner unos ejemplos bien cercanos? En absoluto. El carácter conservador del PP es ‘merkeliano’ y el liberalismo de Ciudadanos es ‘macronista’. Ni populares ni naranjas van a estar en la liga transnacional del populismo de derecha europea que se adivina podría articularse en las elecciones del próximo mes de mayo. Una liga que se distinguiría por su espíritu de máximo escepticismo respecto de la construcción política de Europa, por su oposición a cualquier forma de recepción de inmigrantes y por su integrismo moral enhebrado en un nacionalismo exaltado. Esas son las derechas europeas “duras”, siendo las “extremas” aquellas que recuperan los signos y las praxis nazis y las ultra puritanas de los países nórdicos. Nada que ver con la derecha y el liberalismo español que representan PP y Cs.
Ni populares ni naranjas van a estar en la liga transnacional del populismo de derecha europea que podría articularse en las elecciones de mayo
Que, a su vez, son muy distintos. La estrategia de la izquierda y de los independentismos trata de imbuir a la opinión pública que Casado y Rivera son intercambiables. Y sus partidos también. Se trataría, así, de un remedo de la CEDA de los años treinta del siglo pasado: la Confederación de Derechas Autónomas. Bastaría para desmontar esta supuesta similitud recordar una decisión política de Ciudadanos impensable en el PP: en marzo de 2016, Rivera y Sánchez llegaron a un pacto de investidura, que no prosperó. Luego, los liberales han logrado colaborar con gobiernos socialistas y populares sin relevantes contradicciones: Andalucía y Madrid son dos ejemplos de ello.
El tradicionalismo historicista pesa mucho más en el PP que en Cs que sostiene una España unida
Más en concreto, Casado es un político que, aunque de edad similar a la de Rivera, procede del escalafón del partido, en tanto el catalán es, en la práctica, fundador efectivo de Cs, después del aliento que recibió la organización de un grupo de intelectuales catalanes. El nuevo presidente del PP tiene sus referencias en una historia que alcanza a Manuel Fraga, con lo que de positivo y de negativo comporta (positivo: la transición; negativo: la asunción renuente de la Constitución que AP no votó o del atlantismo en cuyo referéndum Fraga ordenó la abstención). El presidente de Ciudadanos, además de en la vida profesional, se ha curtido en el escenario catalán que –con el vasco- es el más complejo de toda España logrando que su partido ganase allí el año pasado las elecciones autonómicas.
En política como en biología hay que distinguir los fenotipos de los genotipos. Y las apariencias engañan. PP y Cs, Casado y Rivera, son distintos y están distantes, sobre todo, en la concepción de la política y del papel de la sociedad, del significado de la pertenencia nacional y de los rasgos cívico-morales en la sociedad. No por ello dejan de ser compatibles, ahora y en el futuro. Rivera ya demostró que pudo apoyar a Sánchez y a Rajoy. Una versatilidad que sería impensable en Casado. Por eso, no estamos ante “las derechas” ni ante líderes “equivalentes”.
Se trata de partidos que tienen perímetros electorales y sociales diferentes: el PP, el conservadurismo; Ciudadanos, el liberalismo
Se trata de partidos que tienen perímetros electorales y sociales diferentes: el PP, el conservadurismo; Ciudadanos, el liberalismo. Y entre ambos espacios pueden saltar chispas en cualquier momento: por ejemplo, en la cuestión de los lazos amarillos. El catalán le ha comido la merienda al castellano, lo que ha encajado mal. La competencia entre ellos –si es virtuosa- será fructífera. Y un apunte final pero importante: en Génova no importa demasiado que prospere esta equivalencia PP-Cs porque en su momento los populares lanzará la tesis del voto útil, el voto de la supuesta reagrupación, de lo que los liberales huyen tanto por convicción ideológica como por conveniencia electoral.