José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Si el PP no se aviene a razones, resultaría más procedente desde todos los puntos de vista que Cs sume sus votos a la moción de censura de la izquierda y expulsar por las malas a Cifuentes
Los dirigentes del PP no creen que las categorías mentales del electorado del centro-derecha español hayan cambiado en estos últimos años. Suponen que si Ciudadanos vota con el PSOE y con Podemos la moción de censura contra Cristina Cifuentes, ellos habrán perdido el Gobierno de la Comunidad de Madrid, pero los anaranjados se habrían enajenado centenares de miles de votos que, hoy por hoy, respaldarían al partido de Rivera.
Pudiera ser que tuvieran una parte de razón, que miles de posibles votantes de Cs se asustasen ante su audacia de entregar el Gobierno madrileño al socialista Ángel Gabilondo. Pero también pudiera ser que miles y miles de votantes potenciales de Ciudadanos quedarían irremisiblemente decepcionados si este partido no es capaz de superar el cálculo político y antepone sus intereses electorales a una cuestión de principio que consiste en que una política como Cifuentes se mantenga en su actual responsabilidad institucional.
Ciudadanos está en un dilema que debería ser de sencilla solución. Debería optar por cumplir su compromiso con los electores, que consiste en la máxima exigencia de regeneración institucional. Ayer, Cs ofreció una comisión de investigación en la Asamblea de Madrid que fue contestada con filibusterismos por el PP. Ignacio Aguado hizo lo correcto al rechazar el planteamiento popular, claramente desorbitado y tramposo, y pidió formalmente la dimisión de Cifuentes, emplazando al PP a que fuese sustituida por otro parlamentario. Cs investiría al nuevo o nueva presidente y cumpliría así con su programa electoral, con el propio PP y con su compromiso de tolerancia cero con la corrupción, que en este caso no es económica, sino cívica y ética. Se trataría de repetir en Madrid la operación que ya se ensayó con éxito en Murcia.
El planteamiento de Ciudadanos es lógico e ideológicamente coherente. No desean que gobierne el partido socialista, ni votar con Podemos una moción de censura. Con el PSOE quizá no hubiera demasiada dificultad, porque Ciudadanos ya apoya en Andalucía a Susana Díaz. El problema es sumar votos con los morados. Ahí se produciría, ciertamente, un chirrido ideológico y un problema de comunicación para una parte de sus votantes, presentes y potenciales.
A Ciudadanos le interesa, por lo tanto, que el PP acepte la sustitución de Cifuentes, que comporta reconocer su responsabilidad política pero, también, retener el poder en la Comunidad de Madrid. La salida de Cristina Cifuentes de la sede de la comunidad en la Puerta del Sol es un ‘win-win’ (ganar o ganar) o, en otras palabras, la mejor solución para una situación sin salida en la que debe imponerse, por una vía o por otra, la probidad de los cargos públicos.
El planteamiento de Cs es lógico y coherente. No desean que gobierne el partido socialista, ni votar con Podemos una moción de censura
Si el PP no se aviene a razones —después de driblar con argumentos leguleyos y con propuestas de comparecencias arbitrarias la comisión de investigación propuesta por Cs—, resultaría infinitamente más procedente desde todos los puntos de vista —y sobre todo desde el ético— sumar sus votos a la moción de censura de la izquierda y expulsar por las malas a Cristina Cifuentes. Porque si esta llega al final de la legislatura en la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ciudadanos habría defraudado a los muchos electores que, hartos ya de tanta arbitrismo y prepotencia, ponen por delante la limpieza a los estrictos criterios partidarios.
En una sociedad como la española, y cuando ya estamos hablando por activa, pasiva y perifrástica de combatir eficazmente la corrupción, no hay estigmas ideológicos por sumar votos a otros alejados ideológicamente si el fin es benéfico para la democracia y el sistema institucional. La defensa de los ‘nuestros’ que adujo María Dolores de Cospedal en la fallida convención de Sevilla celebrada el fin de semana pasado es un argumento viciado y vicioso en el que no se discrimina la solidaridad y el compañerismo de la connivencia, más o menos consciente, con los que incurren en comportamientos tan detestables como el de Cristina Cifuentes.
A veces hay que perder para ganar. Esa es exactamente la situación actual de Rivera
O sea, que a la pregunta que puede hacerse Ciudadanos (¿Cifuentes o votar con PSOE y Podemos?) sobre cómo proceder, la respuesta debería ser inequívoca: esta presidenta no puede continuar en el cargo y si el PP se empeña en un juicio salomónico, quedará al descubierto su sentido torticero de la política. Los populares debieran recibir la seguridad de Ciudadanos de que, o se avienen a la transacción que les proponen, o perderán a Cifuentes y el gobierno de Madrid.
Y es más que seguro que los anaranjados de Rivera —aun perdiendo votos de la derecha más temerosa— habrían cumplido con un compromiso moral, que es el que vertebra su oferta política, con otras variables de sustancial importancia en el actual momento de la vida política española. A veces hay que perder para ganar. Esa es exactamente la situación actual de Rivera. Es su momento ‘churchilliano’. O sea, el del coraje.