- Marlaska y Robles son los de colmillo más retorcido; nunca han dado un paso en falso en toda su carrera, solo así se puede llegar tan abajo. Tampoco han dejado de dar ese paso, que tan errada puede ser la omisión como la acción
Es misterioso que los ministros más astutos no salgan corriendo, y el misterio no nos complace. Del mismo modo que los primeros escépticos buscaban explicaciones racionales en las sesiones espiritistas de finales del XIX, inconformes con el concepto de ectoplasma, quisiera yo correr el velo, arrojar luz. Marlaska y Robles son los de colmillo más retorcido; nunca han dado un paso en falso en toda su carrera, solo así se puede llegar tan abajo. Tampoco han dejado de dar ese paso, que tan errada puede ser la omisión como la acción. El par de patas ‘pa’ un banco sale de la judicatura. Ambos se camelaron al electorado de la vieja derecha, tan buena que ni siquiera pueden imaginar la maldad. Ambos tienen doble o triple responsabilidad por la caída del sanchismo en la arbitrariedad como sistema, en la ilegalidad como norma, en el abuso de poder como método. ¿Por qué así? Porque ellos sí conocen el Derecho.
Sánchez, completo ignorante, tábula rasurada, puede tener una ocurrencia repentina que resulte imposible de encajar con la legalidad. Qué sé yo: «¡Chicos, vamos a preparar una reforma del Código Penal para que Puigdemont no pringue por malversación!» La obligación de ambos, dada esa especie de imperativo categórico que siente el jurista por el hecho de serlo, es advertir al presidente de la proscripción de las leyes particulares. Pero ni una sola de las veces en que al autócrata se le ha ocurrido la misma ideíta (¡como si a otros gobernantes no les hubiera gustado tirar de esa facilidad, ja!) han logrado disuadirlo los jueces de toga sucia y cerrada en un cofre de siete llaves. O bien ni siquiera lo han intentado. No sé qué es peor: perder el respeto hacia uno mismo por saberse mal profesional o por saberse perverso. No vayan a ser psicópatas y todo esto ni se lo planteen.
Es que te pasa a ti y no quieres verte más. La ministra Robles, cuando impartía injusticia, mantuvo a un inocente en la cárcel solo por no bajarse del burro, pues la autoría había quedado descartada. Se trataba de Ahmed Tommouhi. Robles lo condenó a 24 años por delitos contra la libertad sexual que no había cometido. Pese a que una serie de informes policiales acreditó el semen de otro, ella lo quería encerrado. No sé por qué, quizá por racismo, por xenofobia, por islamofobia, vaya usted a saber. El inocente Tommouhi también chocó con Pumpido y Martín Pallín, que ya es mala suerte. Estos consideraron que las nuevas pruebas no eran relevantes. Con un par. Y ahí siguió el hombre, pudriéndose en el trullo. Hasta que, por fin, el TS reconoció una inocencia que era de conocimiento público. Quince años a la sombra por la mala ídem de Robles. Le negaron cualquier indemnización. A la responsable le tiene gran respeto todo el que no la conoce. Vaya, no me queda sitio para Marlaska, pero insisto: con Sánchez amortizado, ¿cómo no salen huyendo?