EL CONFIDENCIAL 05/03/13
JAVIER CARABALLO
Si tenemos claro que un nacionalismo se nutre sólo de agravios, los independentistas de Cataluña tienen ya desde ayer un bocado sólido que les alimentará durante meses. Sin mediar ningún otro trámite, el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, se ha despachado en 24 horas al fiscal jefe de Cataluña, Martín Rodríguez Sol, con una contundencia que no tiene precedentes en la carrera fiscal. Podemos recordar a Fungairiño, es verdad, cuando fue destituido como fiscal de la Audiencia Nacional, y algún otro, como el abrupto fiscal del caso Nevenka, pero, a poco que se repasen aquellos casos, veremos que no tienen mucho que ver con lo ocurrido con el fiscal jefe de Cataluña.
Lo que ha pasado aquí es tan inmediato, se han precipitado con tanta rapidez los acontecimientos, que todo se resume a dos compases: el fiscal jefe de Cataluña dice el domingo que la consulta a los catalanes sobre la independencia puede ser legítima “porque al pueblo hay que darle la posibilidad de expresar lo que quiere”, y el fiscal general del Estado firma el lunes el expediente para destituirlo. A menudo, cuando un asunto se ventila con tanta velocidad en los inicios, lo que se puede presumir es un desarrollo polémico, complejo y farragoso que ya veremos cómo acaba. En definitiva, si las declaraciones del fiscal catalán suponían un problema menor, con su destitución se puede generar un problema mucho más grave.
Todo parte de una incapacidad de la que todos formamos parte, quizá contaminados por el hastío y la irritación que tantas veces provoca la insolidaridad y el desprecio de esos nacionalismos secesionistas. Se trata de la incapacidad de abordar con normalidad y serenidad la mayoría de los asuntos que tiene que ver con las amenazas y trampas constantes de los nacionalistas catalanes y vascos. En el caso de Cataluña, lo único que ha dicho el todavía fiscal jefe del Tribunal Superior de aquella comunidad es que no se puede cercenar el derecho de los ciudadanos a expresar su opinión sobre la independencia, pero que ni las leyes amparan cualquier proceso de secesión de una autonomía ni él, personalmente, apoya cualquier segregación “ni directa ni indirectamente”. Mucho más lejos que el fiscal de Cataluña, por ejemplo, ha llegado en diversas ocasiones el fiscal jefe del País Vasco y nada le ha ocurrido. Hace unos días, el fiscal vasco, Juan Calparsoro, se mostró partidario del acercamiento de presos de ETA. Y lo dijo en el Parlamento vasco, en la misma comparecencia en la que volvió a pedir la supresión de la Audiencia Nacional.
El propio Estatuto del Ministerio Fiscal no establece limitación alguna para los fiscales en el derecho a la libertad de expresión que se consagra en la ConstituciónRodríguez Sol ni ha sido tan explícito ni ha hecho las declaraciones en un acto institucional o judicial, sino en un medio de comunicación, con lo que el asunto adquiere un sesgo muy particular. Quiere decirse que, esas mismas palabras, plasmadas en unas diligencias o expresadas en un palacio de justicia, adquieren una dimensión totalmente distinta a las que tienen cuando se producen en una entrevista de prensa, porque el propio Estatuto del Ministerio Fiscal no establece limitación alguna para los fiscales en el derecho a la libertad de expresión que se consagra en la Constitución.
La diferencia es esencial y puede convertirse, de hecho, en una de las claves del desarrollo que tenga este caso, cuando sean los doce vocales del Consejo Fiscal los que se pronuncien sobre la remoción del fiscal de Cataluña y, más allá aún, cuando haya que nombrar a otro fiscal jefe en Cataluña. ¿Qué pasaría si el Consejo Fiscal no respaldara la propuesta de Torres-Dulce? ¿Se atreverá a seguir adelante, dado que la opinión del Consejo Fiscal no es vinculante? ¿Y si la propuesta de destitución del fiscal catalán origina una visible división interna? ¿Se extenderá la división a los fiscales de Cataluña que puedan sustituir a Rodríguez Sol? ¿No habría sido más eficaz que el fiscal del Estado reprobara públicamente al fiscal catalán y que aceptara su matización posterior?
Todavía no ha empezado a tramitarse el expediente de destitución del fiscal de Cataluña y ya las dudas que surgen son mayores que el calado real de las declaraciones origen de la polémica. Con lo que ya podemos imaginar a los independentistas, frotándose las manos con su nuevo mártir, a pesar de que el fiscal jefe de Cataluña, al que definen como un hombre muy conservador y de profundas creencias cristianas, esté en el extremo opuesto a aquellos que le convertirán en un nuevo símbolo de opresión. Y es que, como en casi todo lo concerniente al debate cansino y tortuoso al que nos someten esos nacionalismos, la realidad es lo primero que se olvida.