Iñaki Ezkerra-El Correo

La idea surgió para celebrar los 150 años que cumplía el pasado 9-N Julio Romero de Torres, el artista que retrató a la mujer hispanita en todo su poderío étnico (aún no se había inventado el ‘empoderamiento’) y al que recordamos por la dama elegante del cántaro de plata que nos miraba desde los viejos billetes de cien pesetas. En lugar de hacer un libro al uso con las ilustraciones de esos cuadros de morenas de verde luna, parientas de El Camborio lorquiano, ¿por qué no organizar en la Córdoba natal del pintor un casting de modelos dispuestas a posar de diosas gitanas en las posiciones corporales en las que él las atrapó en sus lienzos? En la conjura estaban el librero cordobés Juan Luis Piqueras, el fotógrafo tolosarra Joseba Urretavizcaya y el escritor donostiarra Álvaro Bermejo, quien me ha contado que, para el casting en el histórico Palacio de los Angulo, hubo ‘overbooking’ de candidatas. El resultado de esa confabulación que revolucionó durante diez días la ciudad del Guadalquivir es un exquisito texto literario de Bermejo que nos guía por un lujoso álbum de retratos en un onírico blanco y negro por el que desfilan en carne y hueso la Fuensanta, la Musa Gitana, la Sibila de las Alpujarras, la Chiquita piconera, la Guitarrista, la Nieta de la Trini, la Niña del Candil…

‘Mujer y misterio en Julio Romero de Torres’ (así se titula el volumen) se presentó el pasado 10 de diciembre en un acto organizado por la Delegación en Corte de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. A él acudieron varias de las modelos andaluzas que lo protagonizan y que le pegaban bien al Rioja y al queso de oveja que trajo Urretavizcaya de las alturas más esencialistas de la Sierra de Aralar. Una de esas modelos, que comparece en el libro con una mantilla española por la que asoma una negra crin de ensueño, es la escritora Azahara Palomeque, que tiene un doctorado en Literatura por la Universidad de Princeton y escribe en El País unas columnas en las que profetiza la muerte del capitalismo. La verdad es que la feliz mezcolanza de aquella tarde en la Euskal Etxea capitalina no podía ser más gráfica de la España en que vivimos y ante la que no hay más remedio que caer rendidos: ¡Tú di que sí, Azahara! ¡Viva el queso de oveja latxa de la Euskal Herria kárstica! ¡Vivan Córdoba y Donostia y Tolosa unidas, que jamás serán vencidas! ¡Vivan las españolas raciales de daga oculta en la liga y de cabellos negros como noches magas a la sombra ondeante de la ikurriña! ¡Vivan los Caballeritos de Azcoitia y los castings de modelos ilustradas! ¡Viva Romero de Torres posmoderno y abajo el capitalismo!