Se han dicho y se han hecho cosas tan graves en la Cámara vasca -como que Josu Ternera integrara la ‘Comisión de Derechos Humanos’- que algún día, cuando pase este tiempo ominoso que parece perdonar y relativizarlo todo, no sabremos explicar y nos avergonzará. Lo que no nos avergonzará es la foto de Abascal rompiendo la papeleta de la amenaza.
El parlamentario popular Santiago Abascal rompió el viernes en su tribuna del Parlamento vasco la papeleta que el lehendakari Ibarretxe se había sacado el día anterior de la manga institucional. Y yo creo que hacía falta un gesto como ése, un gesto explícito y simbólico, rotundo y dramático para responder a la explicitación y al simbolismo, a la rotundidad y al dramatismo del desafío nacionalista. Hay gente que finge estremecerse y escandalizarse cuando un político amenazado de muerte rompe eso, una puñetera papeleta, pero que luego, en cambio, no parece escandalizarse ni estremecerse ni dice nada cuando un político amenazante rompe no una papeleta sino el sistema de convivencia con una falsa y ridícula cara de mosquita muerta. A mí no me estremece ni me escandaliza el gesto de Santiago Abascal sino que me habría estremecido y escandalizado más bien lo contrario; que nadie en su partido hubiera respondido con la dignidad y la rabia que merece un órdago semejante de los que lo tienen todo en el País Vasco; ‘todo’, que quiere decir el poder, el dinero, la palabra, la libertad, la licencia para amenazar y para romper lo que les dé la gana. Como me estremeció y me escandalizó y me puso los pelos de punta en su día que el mismo partido al que pertenece Santiago Abascal tuviera la inconcebible pachorra de permanecer respetuoso y callado mientras se daba lectura solemne en ese mismo Parlamento a una carta del terrorista Josu Ternera. Se han dicho y se han hecho cosas muy graves, demasiado graves, en esa Cámara que algún día, cuando pase este tiempo ominoso que parece perdonarlo y diluir y asimilar y relativizarlo todo, nos sonrojarán y no sabremos explicar a las futuras generaciones. En esa misma Cámara ese mismo terrorista llamado Josu Ternera estuvo dentro de un órgano que se llamaba y se llama ni más ni menos que ‘Comisión de Derechos Humanos’. ¿Cómo explicar que una vez hicimos los vascos algo así colectivamente? ¿Cómo explicar que callamos?
De toda esta fea época lo que no nos avergonzará hallar en las hemerotecas es la foto de Abascal rompiendo la papeleta de la amenaza. Ese gesto será precisamente una de las pocas cosas que se entenderán. Como se entenderá el inolvidable discurso de Ana Iríbar en esa misma institución. Es curioso que en este momento en que el PP atraviesa una gran crisis hayan venido de la mano de ese partido dos discursos tan elocuentes. Quizá, cuando hay una enfermedad, es precisa la crisis para la salud. Quizá ese partido está viviendo el momento más emocionante de su historia sin saberlo. Dentro de una década se entenderá perfectamente lo que Ana Iríbar y Santi Abascal han dicho en esa Cámara. Lo que no se entenderá es a un PP que esté en el Parlamento vasco tan tranqui como si fuera el Parlamento murciano.
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 2/6/2008