Miquel Escudero-Crónica Global
Este año ha hecho un siglo y medio del nacimiento de Rosa Luxemburgo. Se doctoró en Derecho y Economía Política, en 1898. Es un dato a destacar, pues era inusual entonces que una mujer se doctorase; apenas hacía 25 años que Sofia Kovalevskaya se había convertido en la primera doctora en Matemáticas. Aquel mismo año de 1898 obtuvo la ciudadanía alemana al casarse. De familia acomodada, Rosa era polaca y judía, desde adolescente militó en organizaciones marxistas y con apenas 22 años fue una de las fundadoras del Partido Comunista del Reino de Polonia. Militó en el SPD alemán y tuvo una intensa actividad política, que ella basaba en conjugar espontaneidad y organización. Se distanció radicalmente de la socialdemocracia alemana, por su actitud ante la guerra. Fundó la Liga Espartaquista a los pocos días de comenzada la Primera Guerra Mundial, en 1914.
En su ensayo Un cambio de rumbo (Siruela) la escritora Joke J. Hermsen ha reunido en sus reflexiones a Rosa Luxemburgo (1871-1919) y a Hannah Arendt (1906-1975), dos pensadoras a las que les importaba mejorar la participación política, que los seres humanos sepan, puedan y quieran pensar y actuar como ciudadanos responsables. De Rosa Luxemburgo, subraya Hermsen su libertad e independencia, que criticase a por ejercer el poder de forma dictatorial, con los privilegios de un partido único y arrebatando la libertad al pueblo. Y destaca que perseguía no tanto el poder dentro del partido como la libertad política de todo el mundo para “expresar su opinión y participar en el proceso de toma de decisiones”.
En este punto tengo que mostrar mi adhesión a los jóvenes de S’ha Acabat!, acosados por los maltratadores del separatismo en la UAB; una violencia ultra consentida por las autoridades.
Pero también por Xavier Rius, director del diario digital e-Notícies, vetado en las ruedas oficiales de la Generalitat. Otra vergüenza que se tolera y que testimonia una baja calidad democrática y liberal.
“En cualquier lugar del mundo me siento en casa”, decía Rosa. Y esto era así porque no perdía de vista que era un ser humano. Destacaba, por cierto, que “es un hecho indiscutible que, sin una prensa libre y crítica y sin libertad de reunión y de asociación, es del todo impensable que amplios estratos del poder puedan ejercer el poder”. Se desvinculó del SPD alemán por estar firmemente en contra de aceptar la guerra contra nuestra voluntad. Ella quería despertar a la Humanidad de su letargo, alejarla de la cloaca del chovinismo y del odio racial. Estuvo por tal causa encarcelada en diversas ocasiones, y no poco tiempo.
Mantuvo una emotiva correspondencia desde su celda que permite conocer mejor cómo era. En una ocasión vio cómo entraba en el patio un carro sobrecargado y tirado por dos bisontes. El soldado que lo conducía los apaleó con sádica brutalidad. Rosa Luxemburgo se lo contó a una amiga: “No es posible estremecerse ante el sufrimiento del más querido de los hermanos con un dolor más intenso que el que experimenté, impotente, ante aquel mudo dolor”. E incluyendo al pobre animal azotado con saña, agregó: “¡Oh, mi pobre bisonte, mi pobre y querido hermano! Aquí estamos los dos, tú y yo, inermes y silenciosos, unidos por el dolor, la impotencia y la nostalgia”.
Poco antes de salir de la cárcel por última vez, ya finalizada la guerra, recomendó a una de sus amigas en el sentido de que la vida “hay que tomarla como viene, con valor, la frente bien alta y la sonrisa en los labios”. Así debió de encontrarla a ella la parca, cuando muy poco después fue secuestrada por los freikorps (paramilitares empapados de odio y que acabarían integrándose años después a los nazis), asesinada de inmediato y arrojada con ira a un canal berlinés.
La asociación Luxemburgo-Arendt hecha por la neerlandesa Joke Hermsen no es insólita. La directora de cine alemana Margarethe von Trotta rodó en 1986 la película Rosa Luxemburgo y unos 25 años después Hannah Arendt, interpretadas ambas por la misma actriz: Barbara Sukowa.