Jon Juaristi-ABC
- San Sebastián traducido al vasco es Donostia, con perdón
Cuando me lo contaron, sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas. Bueno, no exactamente. Pensé que iba de coña, que era uno más de esos chistes de donostiarras que ponen en circulación los de Bilbao. Pero no, no era un faque (neologismo que propongo a la RAE para evitar que canonicen feic de aquí a un par de años). El Ayuntamiento de San Sebastián se ha propuesto traducir la ciudad al eusquera, a base de subvenciones, empezando por los rótulos de los comercios: 2.800 euros de vellón a los comerciantes que pongan el suyo en vascuence puro y duro, sólo 600 a los pasteleros que opten por la versión bilingüe, y nada a los que lo hagan en español. Reconoce el ayuntamiento que otras lenguas propias del vecindario son «el castellano y el gascón», pero sólo premiará a los que rotulen en eusquera.
El gascón dejó de hablarse en Donostia y alrededores allá por el Magdaleniense. El alcalde (o su concejal de Cultura) debe de haberlo confundido con el gallego, que todavía se oye profusamente en Trintxerpe (empiezo a rotular yo mismo en vasco, a ver si me cae algo, así sólo un pintxo). Sea como fuere, me acuerdo de una vieja canción popular bilbaína en honor de la Bella Easo y de sus magdalenas: «San Sebastián tiene cosas / que no tiene el mundo entero: / tiene montes muy bajitos / y minas de lapicero; / cocineros prestigiosos / que estropean las cebollas, / treinta mil Machimbarrenas / y un alcalde gilipollas». La descripción parece gozar de una vigencia intemporal, del verso inicial al último.
El primer intento de traducir San Sebastián al vasco corrió a cargo de Isabel II, que la reconstruyó como lugar de veraneo de la Corte sobre las ruinas que habían dejado los ingleses en 1813. Como los veranos de la época isabelina eran largos y aburridísimos, y además la costa del Cantábrico tiene un clima criminal, tuvo que inventarse algunas diversiones para entretener a la peña entre mayo y octubre, como, por ejemplo, las regatas de traineras, los partidos de pelota, el arrastre de piedra, el levantamiento de piedra, los concursos de partir piedras con barras o con el rabo de la boina, los de versolaris y aizcolaris, las sardanas vascas y, según algunas malas lenguas, incluso el dialecto guipuzcoano del eusquera para particular deleite del tío político de la emperatriz francesa, Louis-Lucien Bonaparte, aficionado a las lenguas en general, malas, buenas y regulares. Así y todo, doña Isabel se moría bajo la niebla, como la duquesa de Alba en Londres, o se sentía presa en la Concha (Piquer) como Eugenia de Montijo en el Versalles. El caso es que se pasaba el día en Biarritz o en Lequeitio, que es donde la pilló la Gloriosa, un 19 de septiembre nada menos, cuando todos los niños españoles ya habían vuelto a clase hacía dos semanas.
En fin, que San Sebastián va a llenarse de rótulos en vasco desde el Antiguo a Gros. Además de los de los comercios (por ejemplo, farmazia en vez de farmacia), serán dignos de verse los del futuro e inminente metro, el más pequeñito del planeta (Trintxerpe en lugar de Trincherpe). No sé si los surfistas australianos se aclararán a la hora de buscarse un helado, aunque convengo en que el vasco izoztegi se parece más a icecream shop que a heladería. No demasiado, de todas formas, pero a quién le importa. Con la que se avecina, me temo que, en los próximos años, Australia nos mandará menos surfistas que marsupiales. Pero, por mí, que rotulen en vasco o en gascón, total…
Total, gracias a la cruz verde, no voy a tener problemas para encontrar una farmazia. Sin embargo, temo que eso no lo resuelva todo. ¿Puede alguien explicarme cómo donostias se pide en eusquera un paquete de mascarillas?