EL CONFIDENCIAL 26/02/14
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
El debate de política general, cuya primera sesión se celebró ayer en el Congreso, no es que le saliese a pedir de boca al presidente del Gobierno, sino que le quedó muy mal al jefe de la oposición. O en otras palabras: mientras Mariano Rajoy navegaba bordeando su particular cabo de Hornos a pocos nudos de velocidad y con mar calma, Alfredo Pérez Rubalcaba se desmelenó en una suerte de mitin preelectoral lanzando contra una imaginada “derecha” –representada por el PP– todas clase de imprecaciones. Según el secretario general del PSOE, Rajoy y su partido están perpetrando con la coartada de la crisis toda clase de fechorías, propias de una derecha dieciochesca y montaraz, misógina y cruel, injusta y elitista. Tan desmelenada fue la intervención del socialista que hubo momentos en que se trabucó, vocalizó mal y hasta balbuceó. De no ver, no creer en un político de la experiencia de Rubalcaba.
No ha sido el debate de este año un éxito de Rajoy, sino un fracaso de Rubalcaba cuando quizás más necesitaba un éxitoEl líder socialista no acaba de tomarle la medida a Rajoy, que es parlamentariamente taimado. Hace discursos plúmbeos pero en las réplicas es agudo y hasta hiriente. Visto que por las buenas no le gana en la tribuna al pontevedrés, ensayó el cántabro el tono de mitin y las cosas le fueron peor porque desordenó los argumentos y mezcló la anécdota con la categoría y no supo zafarse de la proximidad temporal –tan letal para él– de su pertenencia al Gobierno de Zapatero, a lo que Rajoy, en la réplica, exprimió pro domo sua con la contundencia que le caracteriza. El presidente del Gobierno se instaló en su mantra y sólo tomó hechuras políticas cuando contestó a un Duran que hizo un discurso bien armado y planteó la cuestión catalana con vibración, debidamente respondida –y no fueron estériles las palabras del uno y las del otro porque se adivinó en ellas materiales para un acercamiento– por un Rajoy enfático. En ese cruce entre el catalán y el gallego, Rubalcaba pasó al olvido y el centro de gravedad del debate se situó entre el discurso de Duran y la contestación de Rajoy.
No ha sido el debate de este año un éxito de Rajoy –que se alivió con una faena de aliño y una tarifa plana en la cotización de contratos indefinidos bajo condiciones adicionales por conocer–, sino un fracaso de Rubalcaba cuando quizás más necesitaba un éxito. De modo que mientras el presidente del Gobierno mantuvo el buque según el rumbo que él deseó –ni habló del aborto, ni de la educación, ni de aquello que no le dio la gana abordar–, el líder de la oposición no mantuvo el timón en el oleaje y naufragó. A ver ahora cómo se produce el rescate si las encuestas con veredicto lo dictan contra él como ya está ocurriendo en las digitales de los periódicos y en la opinión de los analistas de la tarde-noche de la jornada de ayer.
Duran i Lleida planeó bien y con vaselina sobre el hemiciclo, con expresiones medidas, insistiendo lo justo en la consulta y proponiendo“renuncias mutuas”
Es de lamentar que del debate sobre el estado de la nación sólo pueda extraerse una crónica más propia de una pelea de boxeo que de una discusión parlamentaria de altura. Pero esto es lo que hay, a reserva de que las denominadas minorías ofrezcan algo más de sustancia a un rigodón político que ha perdido casi todo su atractivo. Llamo la atención de que Duran i Lleida –otrora bien valorado en los sondeos y ahora hundido en el aprecio fuera y dentro de Cataluña, aunque por razones opuestas– planeó bien y con vaselina sobre el hemiciclo, con expresiones medidas, insistiendo lo justo en la consulta (“referéndum de autodeterminación” la calificó con propiedad Rajoy) y proponiendo “renuncias mutuas” que el presidente contestó cumplidamente dejando entrever que, si se produce desde Barcelona una “reconducción”, la “dolorosa” cuestión catalana podría entrar en una fase diferente a la actual.
Es lo que tiene la navegación. La mar se encrespa y hace naufragar la nave si no se saben leer las rutas y no se atienden las predicciones meteorológicas, y propicia travesías calmas –incluso intensamente aburridas– si se estudian las primeras y se toman en serio las segundas. Rajoy es gallego y Rubalcaba cántabro, o sea, han nacido en la fachada al Atlántico y al Cantábrico, respectivamente, que son mares bravíos. Es difícil entender, por eso, que un auténtico y experimentado capitán Haddock de la política como Rubalcaba se vaya a pique en un debate parlamentario más estratégico para él que para su adversario.