Antonio Casado-El Confidencial

  • Su antecesor se habría adherido al salmo cervantino de Sánchez por si hubiera que pasarlo al cobro: «Trabajamos para que nuestros actos estén a la altura de nuestras palabras»

Me van a permitir hoy los lectores de El Confidencial que tome al desaparecido ex secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba como hilo conductor de mi aproximación al 40º Congreso del PSOE, clausurado este domingo en Valencia. 

Véase como una debilidad disculpable. Aunque solo sea para sostener que él no hubiera necesitado de la megafonía como coartada sonora de los cientos de delegados que desconocen la letra de ‘La internacional’. O para aventurar su adhesión al salmo cervantino utilizado por Sánchez en su discurso de clausura. Por si hubiera que pasarlo al cobro en un futuro próximo. A saber: «Trabajamos para que nuestros actos estén a la altura de nuestras palabras».

No solo fue el busto destapado por Sánchez y Pilar Goya. Fue bastante más. El espíritu de Rubalcaba hará que, después de este congreso, el PSOE se parezca más a España que al ganador de unas primarias. Casi dos años y medio después de su muerte, el que fuera vicepresidente del Gobierno Zapatero vive en un PSOE que acaba de recuperar el sanchismo en Valencia.

Sus tres antecesores en el liderazgo (Felipe, Almunia, Zapatero) estuvieron allí para celebrarlo. Al rendirle un emotivo homenaje, su sucesor, Pedro Sánchez, más PSOE que nunca, hizo creíbles sus llamamientos y su conquista de la unidad interna, si tenemos en cuenta que este nunca fue la apuesta de Rubalcaba en la búsqueda del sucesor. 

Así que el sucesor se lo debía al «maestro del sentido de Estado y de la decencia», en palabras del presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig. El reelegido secretario general se lo debía no solo en lo personal. También en lo estrictamente político. Por eso siguió la pauta marcada por Pilar Goya, socialista de nacimiento como su marido y brillante investigadora del CSIC, en una intervención previa: «Alfredo siempre dijo que los socialistas somos imprescindibles».

El homenaje hizo creíble la conquista de la unidad interna, si tenemos en cuenta que Rubalcaba nunca apostó por Sánchez

Absténganse los enredadores por cuenta de las públicas y notorias discrepancias entre Rubalcaba y su sucesor. El desaparecido líder del PSOE hubiera firmado con las dos manos la conformidad con los nuevos órganos de dirección y el discurso de Sánchez ante los 1.077 delegados del congreso clausurado ayer.

Y con los mismos trazos argumentales respecto a la unidad de partido, la defensa del Estado y la vigencia de la socialdemocracia frente a los nuevos retos de la gobernación del país. Agrupados en los ideales por encima de las discrepancias del recorrido hacia la España libre, justa, plural. 

Pilar Goya lo explicó en palabras sencillas pero rotundas: «En los momentos malos y en los momentos buenos, Alfredo siempre tuvo claro que esta era su casa y que vosotros erais su gente. Y hoy he sentido el respecto y el afecto que le teníais». 

Sánchez se llenó la boca de España en una estética reñida con la bandera nacional. Como si se asumiera su apropiación por la derecha

Frente a la necesidad de estar unidos frente a los nuevos desafíos, esta vez las discrepancias no hubieran ido a mayores. Un pellizco de monja por hablar de Pablo Iglesias con referencia al abuelo fundador del PSOE y no al de Podemos. Sonó a primera vez en un acto público. O, tal vez con más recorrido político y mediático, por llenarse la boca de España en una estética reñida con la bandera nacional. Como si se hubiera decidido dar por buena su apropiación por parte de la derecha. Y esa es una mala noticia.