Iñaki Ezkerra-El Correo
- Logró que Mazón adoptara el papel de víctima a fuerza de no dejarle responder
Fue en el marco de la comisión de investigación de la dana en el Congreso. Rufián se nos quiso lucir como mazo de Mazón con una táctica un tanto torpe: no dejándole responder a las preguntas que le hacía. Con ello logró exactamente el efecto contrario: que el compareciente no aclarara nada y adoptara el papel de víctima. Fue ese el primer interrogatorio del mundo en el que, cuando el interrogado va a responder, el interrogador le interrumpe de manera tajante con un «que se calle» o un «no me interesa». Pero lo más grave de aquella intervención estelar, y que da fe del momento de impunidad verbal del que gozan algunos personajes en estos días, es que llegó a acusar a los propios policías que acompañaban a Mazón de complicidad y cesión al soborno: «Han dado una medalla a los escoltas para que no hablen. Ya está. Punto pelota».
No sé si se debe a un fenómeno que produce la capital de España en algunos políticos de la periferia, pero desde hace un tiempo a Rufián se le ve demasiado suelto y crecidito. Se le ve empoderado, chulapo y haciendo gala de una ‘auctoritas’ que nadie le ha concedido; soltando unas expresiones matonescas que recuerdan mucho al Patxi López del «¡aquí ya no dimite nadie!» o del «¡qué más te da!» cuando se le preguntaba por los nombres de los diputados que acudieron a la famosa cena del Ramsés. Rufián quiere ser Patxi López de mayor y, de hecho, el estilo feo y perdonavidas de su interrogatorio a Mazón recuerda mucho al que utilizó el 9 de julio para responder a las críticas que desde Vox se le habían hecho a Patxi López por su sintonía con Bildu: «Lávense la boca antes de hablar. (…) Cállense. Cállense. (…) Si en este país existe la paz que existe, es gracias a que hubo gente que se remangó y negoció, ¡así que chitón!». Para ilustrar aquella encendida defensa de su admirado modelo, Rufián hizo con los brazos un gesto de remangarse en la tribuna de la Cámara Baja que resultó más que inverosímil. Y es que uno, la verdad, no se imagina a Patxi López remangándose otra cosa que no fueran los pantalones de pescarranas para no pringarse del barro de aquella negociación humillante para la ciudadanía democrática, e insufrible para las víctimas del terrorismo, que todavía hoy salpica y ensucia la vida pública española. ¡Pero cómo que ‘cállense’! ¡Cómo qué ‘chitón’! ¡Cómo que ‘punto pelota’!
Desde hace un tiempo este personaje está dando un espectáculo un tanto inquietante. Y señalar esa deriva no equivale a dar la razón a un Mazón que tenía que haber dimitido hace un año. Como deberían haberlo hecho una larga lista de cargos socialistas -empezando por Teresa Ribera, Margarita Robles y Marlaska- de los que Rufián el justiciero, Rufián Superstar, Rufián sin fronteras, ni se acuerda.