IGNACIO CAMACHO-ABC
- El principal factor de disuasión del electorado socialista es Sánchez. Su sola presencia incomoda a candidatos y alcaldes
(Joaquín Sabina)
Lo van a intentar por tercera vez tras haber fracasado en las dos anteriores. La primera en Madrid, mayo de 2021. Una campaña montada en torno a la amenaza de la ultraderecha. Balance: Ayuso convertida en icono nacional, ganadora hasta en Vallecas, y retirada de la política de Pablo Iglesias. La segunda, en Andalucía, junio de 2022. Toda la estrategia del PSOE volcada en alertar del riesgo de que Macarena Olona obtuviera vara alta en San Telmo. Resultado: mayoría absoluta de Juanma Moreno. Ahora, con las municipales en el horizonte, el sanchismo repite el intento de movilizar el voto del miedo. De momento la consigna no parece cundir en los sondeos. La intención de voto estimada del PP y de Vox apenas se mueve en conjunto de un 45 por ciento mientras la del bloque de izquierdas sigue cayendo.
Todos los consultores políticos españoles –menos Tezanos, claro– saben que ahora mismo el principal factor de disuasión del electorado socialista es Sánchez. Su presencia en mítines y demás actos incomoda a los barones autonómicos y a los alcaldes, que temen que sirva para opacar su gestión y espantar votantes. La propia Moncloa suprimió más de la mitad de los viajes presidenciales programados en el pasado otoño y celebró en lugares cerrados los restantes por temor al rechazo de la calle. Los candidatos de mayo tienen plena conciencia del lastre que representan los pactos con los independentistas catalanes y las reformas legislativas que perdonan la sedición y ponen en libertad a decenas de agresores sexuales.
Para el jefe del Gobierno, lo dijo ayer en Sevilla, todo eso es «ruido». «Marear la perdiz», maniobras de despiste político que tratan de oscurecer el brillo de la agenda social del Ejecutivo. Lo que importa es la revalorización de las pensiones, las subvenciones al transporte o la subida del salario mínimo. Y Vox, que es el verdadero peligro para las conquistas del progresismo. El tío del saco con el que asustar a los niños y evitar que los mayores se acuerden de las concesiones al separatismo, los disparates ‘queer’ de Podemos o las conchabanzas con Bildu.
El problema es que el ruido se filtra por todas partes y no hay manera de ponerle sordina. Que la confianza ciudadana en el presidente es más baja cada día y no remonta con ninguna operación propagandística. Que la combinación de encubrimientos, contradicciones y mentiras ha calado como lluvia fina. Que el esfuerzo del ejército mediático oficialista es incapaz de reducir los decibelios. Y que si las elecciones dependen de envolver en una burbuja de silencio tres años de fraudes de ley, despropósitos e incumplimientos, el recorrido se acerca al final del trayecto. Por sus propios méritos.