Isabel San Sebastián-ABC
- Tres comunidades autónomas gobernadas por el centro-derecha empiezan a cuestionar el liderazgo de Pablo Casado
La semana pasada me preguntaba en este Contrapunto cuál era el destino final de ese enésimo ‘viaje al centro’ emprendido por un PP que lleva meses dando bandazos. Desde entonces las cosas no han hecho sino empeorar con el bochornoso espectáculo del reparto de cromos fallido en el CGPJ, hasta el punto de que las conversaciones más o menos informales se han convertido en ‘ruido de sables’. De las cuatro comunidades más importantes gobernadas por el centro-derecha, tres cuestionan ya seriamente el liderazgo de Pablo Casado, bajo cuya dirección los populares no consiguen levantar cabeza. Se dice que incluso hay quien se lo ha dicho a la cara, antes de lanzar una ofensiva abierta. Porque la situación se agrava cada día que pasa y amenaza no solo la posibilidad de armar una alternativa hoy por hoy inexistente, sino la supervivencia misma de la formación nacida en 1990 de la unión entre los ratones que conformaban la penosa oposición a un socialismo todopoderoso.
Las encuestas reflejan unánimemente el hundimiento de Ciudadanos, el estancamiento del PP, el crecimiento sostenido de Vox, tanto más acusado cuanto mayores son las distancias que pretende marcar Casado, y la fortaleza de un PSOE que se nutre del naufragio podemita. Algunos sondeos muy recientes sitúan a los de Abascal a menos de dos puntos del partido azul, de manera que éste permanece anclado en un 20,8 por ciento del voto, mientras los verdes alcanzan un 19 por ciento y los socialistas se aúpan hasta el 29, con una ventaja insalvable que consolida a Sánchez y su gobierno Frankenstein a los mandos de la Nación. Dada la gestión nefasta que ese Ejecutivo está haciendo de la pandemia, tanto en lo sanitario como en lo económico, el escenario descrito pone los pelos de punta no solo a muchos militantes de unas siglas en inquietante declive, sino a más de un responsable de empresa consciente de que España corre un peligro cierto de convertirse en irrelevante en el teatro internacional y malgastar buena parte de los fondos procedentes de la EU, lo que reduciría todavía más el precio de saldo que alcanzan hoy en los mercados nuestras compañías cotizadas.
El guión representado por Sánchez e Iglesias es inequívoco. Uno hace el papel de ‘poli bueno’, el otro encarna el de ‘poli malo’, y entre los dos se llevan al huerto al bisoño líder popular, cuyo sanedrín jalea cada uno de sus errores culpando de los fracasos a la herencia recibida o al mensajero. ¿Se han enterado ya de que la negociación para renovar el órgano rector de los jueces fue una trampa como un castillo, o siguen creyendo en la buena fe de un interlocutor que acredita sobradamente la condición de trilero? El plan de la izquierda unida por el uso y abuso del poder es diáfano. ¿Tiene la derecha algún rumbo que contraponer a esa estrategia?