PEDRO G. CUARTANGO – EL MUNDO – 15/10/16
· Max Weber tuvo la perspicacia de ensalzar la virtud como un valor creador de riqueza. El pensador alemán creía que la ética protestante había jugado un papel esencial en el impulso del capitalismo.
Francisco Correa ha realizado una enmienda a la totalidad de la filosofía weberiana al sostener que el motor de desarrollo de la economía y la creación de empleo es la corrupción. Lo dijo en su declaración ante el tribunal con meridiana claridad cuando aseguró que el soborno y el cohecho eran instrumentos que habían impulsado legítimos beneficios individuales y ahorros de costes para el PP.
Correa señaló que sus prácticas de obtener contratos gracias al pago de comisiones representan una conducta generalizada en el sector privado y que su único error había sido caer en manos de la Justicia. «Todos los hacen», aseguró. Según sus palabras, se siente orgulloso de ser un benefactor de la humanidad y está convencido de que la sociedad española debería rendirle un homenaje por su laboriosidad y su empuje empresarial.
En mis cuatro décadas de profesión, nunca había asistido a un elogio tan descarado de la corrupción, elevada a motor del progreso e incluso a fuente de moralidad. Para Correa, lo mejor que se puede ser en este mundo es un corrupto. Los virtuosos no generan riqueza, mientras que los que corrompen al prójimo son los que dinamizan la economía y favorecen el crecimiento porque el cohecho es una forma de generar valor añadido, según el evangelio que predica Correa.
El cabecilla de Gürtel no sólo banaliza la corrupción como si fuera un valor de cambio, sino que además la eleva a la categoría de virtud teologal, junto a la esperanza o la caridad. Nada más excelso que un cohecho y nada más ejemplar que el amaño de un contrato, que pueden ser ilegales pero que están justificados éticamente por su enorme utilidad social.
Correa ha rendido un servicio impagable a la sociedad española al mostrarnos esa verdad última de la corrupción, transmutada en principio que debe guiar nuestras vidas. Para el socio de Bárcenas y fundador del entramado, las personas que se comportan con honradez son idiotas e incluso parásitos, ya que la infinita mayoría se aprovecha de las oportunidades que surgen para enriquecerse o para robar.
A juicio de Correa, no sólo es lícito sino también recomendable dar regalos como un Jaguar después de amañar un contrato o practicar el tráfico de influencias, ya que el buen ladrón debe ser ante todo educado y agradecido.
Todavía me chirría en los oídos todo lo que dijo este señor ante el juez, que debía estar atónito al escuchar este elogio de la corrupción por el que, en lugar de ser condenado a 125 años de cárcel, Correa debería ser nombrado ministro de Economía y duque de la Mangancia.
Pero lo peor es que el jefe de Gürtel no es una anécdota ni una excepción. Representa todo un sistema de hacer negocios y una cultura de la especulación que se extendió como una plaga por todo el país cuando los fontaneros ganaban mucho más que un profesor de Universidad.
Ahí está también el lamentable caso de Bankia, en el que el entonces gobernador del Banco de España y la vicepresidenta del Gobierno permitieron y alentaron un fraude a gran escala. Nadie les ha pedido cuentas por sacar a Bolsa una entidad que estaba en quiebra, como habían advertido los inspectores, que incluso habían predicho que tendría que ser intervenida.
La declaración de Correa es una perfecta descripción de la ruina moral que ha llevado a este país al desastre. La crisis tiene culpables.
PEDRO G. CUARTANGO – EL MUNDO – 15/10/16