Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Aestas alturas de la crisis, no nos puede sorprender la noticia de la amenaza que se cierne sobre la planta alavesa de Mercedes en forma de ERTE. Toda la industria del automóvil europea se encuentra sumida en una grave crisis de competencia y de definición. La obsesión por el coche eléctrico ha ralentizado la investigación y el desarrollo de los coches impulsados por los combustible fósiles tradicionales y, ahora, la constatación de que el eléctrico tiene problemas de implantación no ha hecho sino abrir las heridas que no habían cicatrizado.
Tanto la carga como la autonomía, que eran sus dos cuellos de botella principales, han mejorado mucho, pero no lo han hecho en la medida necesaria para ahuyentar temores y popularizar su uso. Ni siquiera la generalización de las ayudas fiscales a la compra lo ha conseguido. Por eso, la industria europea camina en medio de grandes problemas de competitividad que merman su mercado potencial, rebajan el volumen de los pedidos recibidos y afectan a la producción.
Para nosotros, los vascos, el problema adquiere unas dosis añadidas de peligrosidad. La concentración del sector en Álava es enorme y por tanto sus problemas son los problemas de todo el territorio o mejor, de toda Euskadi. Justo ahora, cuando todavía no habíamos asimilado la noticia del cierre de Guardian nos aparece esta nueva amenaza. Dos noticias terribles que causan temor por sus repercusiones sobre el empleo y la actividad.
Siempre se ha dicho, porque es verdad, que las empresas y los sectores a los que pertenecen nacen cuando cubren una necesidad, crecen cuando aciertan en la elección y el momento, y perecen cuando dejan de ser competitivos o surgen opciones que satisfacen mejor los deseos del consumidor.
En este sentido no hay nada extraño en que algunas empresas se marchen en busca de climas mas bonancibles y de ambientes más acogedores, o se vayan directamente al estercolero de las quiebras. El drama, el auténtico drama, es que aquí no venga nadie. Que no aparezcan nuevas oportunidades y atraigamos nuevas inversiones. ¿Se acuerda usted de cuántos nuevos proyectos de una cierta entidad se han instalado en el País Vasco a lo largo de la última década? Como no crecemos en habitantes, los datos del paro nos salen bien, como lo hacen los que miden la riqueza per cápita. Pero el país se empequeñece por momentos, dentro de un Estado que se empequeñece y dentro de un continente que se empequeñece dentro del concierto mundial.
Si esta noticia no nos hace reflexionar aquí en Euskadi y si no nos fuerza a tomar decisiones urgentes, ¿quién lo hará? Mientras tanto el rumbo apunta a colisión contra la nimiedad y la irrelevancia.