Rusia va a desplegar sistemas de misiles Iskander y S-400 en el enclave de Kaliningrado apuntando hacia Europa. Es su respuesta al emplazamiento de misiles por parte de Estados Unidos en los países el Este: así lo anunció ayer el presidente de la Comisión de Defensa y Seguridad del Senado ruso, Victor Ozerov. El mismo día se conocían otras palabras del presidente ruso, Vladimir Putin, justificando este despliegue: «Rusia se ve obligada a «apuntar con nuestros sistemas de misiles a los objetivos que, en nuestra opinión, comienzan a amenazarnos» desde Europa.
El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, dijo en una entrevista a la agencia AP, que el próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, debería convencer al bloque militar de replegar sus fuerzas de la frontera rusa, lo cual «ayudaría a reducir la tensión».
Hasta ahora Moscú había movido estos misiles por su territorio, pero generalmente lo hacía en forma de maniobras. Ahora países del viejo bloque socialista como las repúblicas bálticas o Polonia temen nuevos movimientos de Rusia con la llegada a la Casa Blanca de un presidente que ha puesto en duda el deber de Estados Unidos de proteger a los miembros menos importantes de la OTAN. El anuncio ruso de ayer confirma miedos incubados durante estas dos décadas de independencia.
Además del despliegue en Kaliningrado, (territorio ruso entre Polonia y Lituania), se van a crear nuevas unidades en los Distritos Militares Occidental y Sur.
Rusia dibuja con este despliegue un reflejo de lo que en su opinión ha hecho Estados Unidos en su periferia: en mayo se puso en marcha el sistema estadounidense Aegis Ashore en la base rumana de Deveselu, a 600 kilómetros al oeste de la península de Crimea, anexionada por Rusia. En julio se aprobó el despliegue de batallones de entre 600 a 1.000 soldados cada uno en Polonia, Letonia, Lituania y Estonia. Además, el Pentágono va a construir una instalación similar con radares y misiles interceptores en Polonia, en la base de Redzikowo, a unos 180 kilómetros de Kaliningrado. «Estados Unidos no se ha puesto ningún límite», lamentaba hace semanas Mijail Ulyanov, director de Control de Armas del Gobierno ruso.
La perspectiva de una nueva carrera armamentística llega en un momento de debilidad presupuestaria para los rusos por culpa de los bajos precios el petróleo. En esta nueva Guerra Fría no están claros los objetivos de cada bando. Estados Unidos se niega a admitir que esté amenazando a Rusia: el objetivo de los misiles es protegerse de ataques de Irán u otros estados agresivos, ha dicho la Administración Obama. Pero Moscú cree que esas infraestructuras creadas por Estados Unidos en su patio trasero pueden ser reequipadas en breve plazo para el despliegue de armas de ataque, como misiles de crucero terrestre. Los sistemas de lanzamiento vertical son justo los mismos que utilizan los misiles Tomahawk norteamericanos.
Rusia ya había confirmado que desplegaría en Kaliningrado el Iskander-M, un sistema de misiles tácticos con un alcance de hasta 500 kilómetros, destinado a abatir cohetes, aviones y helicópteros y destruir puestos de mando.
En sus anteriores despliegues de estos misiles los rusos hicieron ejercicios y después se marcharon. La OTAN está realizando un seguimiento del despliegue de misiles balísticos rusos en Kaliningrado, los cuales están diseñados para llevar una carga convencional o nuclear.
Los socios europeos, temían que el despliegue de misiles rusos fuese un día permanente. Las explicaciones de Moscú ayer confirman que la presencia de estos misiles será continuada mientras perviva el proyecto del escudo de Estados Unidos.