Isabel San Sebastián-ABC

  • Zelenski tiene más razón que un santo cuando nos conmina a dejar de financiar el exterminio de su gente

Mientras España celebra la Semana Santa, Ucrania vive su particular pasión. Un suplicio lacerante que solo tiene un culpable: Vladímir Putin, cuyo auto de procesamiento en el tribunal de la ONU debería estar ya avanzado, tal como ha pedido su antigua fiscal, Carla del Ponte, experta en meter entre rejas a criminales de guerra.

Ucrania sufre un genocidio que solo cabe achacar al tirano del Kremlin, aunque no resulte ajeno al conjunto de la UE, dado que en virtud de una paradoja siniestra el invasor costea ese asesinato masivo de europeos con los millones que le paga Europa por su gas, su carbón y su petróleo.

El Viejo Continente decidió hace años dar pasos firmes hacia la sostenibilidad energética, echando sobre sus espaldas la tarea de limpiar el planeta. Un empeño irreprochable, de no ser porque el cierre de nuestras centrales nucleares y térmicas alimentadas con carbón autóctono (en Asturias hay alguna de última generación clausurada al poco de inaugurarse) nos abocó a depender de Putin y otros sátrapas similares, léase Maduro, para provecho de potencias carentes del menor escrúpulo ecológico o democrático, tales como China o Rusia. Esa dependencia supone una factura de mil millones de euros diarios que se destinan a financiar el martirio de Ucrania. Porque a este lado del muro que separa la opresión y la muerte de la libertad y la vida nos hemos vuelto muy cómodos. No toleramos bajar la calefacción, renunciar al aire acondicionado o utilizar menos el coche. Y, por supuesto, las industrias siguen funcionando, aunque el combustible que las alimenta sea la sangre de los ucranianos. Zelenski tiene más razón que un santo cuando nos conmina a dejar de financiar el exterminio de su gente. Pone el dedo en la llaga de la trampa en la que estamos metidos y la debilidad que nos impide zafarnos de ella con coraje.

Reducir la contaminación en aras de preservar el futuro de la Tierra es un objetivo loable, incluso cuando tropieza con estas terribles contradicciones. Pero engordar las arcas del derroche a costa de la tragedia ajena constituye una vileza. Por eso es imperdonable que el Gobierno de Sánchez esté haciendo su agosto con el precio de la energía y los carburantes, al negarse a bajar los impuestos como han hecho la mayoría de nuestros vecinos. Si condenable resulta la insolidaridad de Alemania o la de las empresas que siguen comerciando con Moscú a pesar de las sanciones, mayor reproche merece la actuación de un dirigente que se dice ‘progresista’ y no duda en beneficiarse de semejante desgracia.

Hoy es sábado de Gloria en el universo cristiano. Una gloria que en Ucrania trasciende lo religioso para alcanzar tintes épicos, dada la lección de heroismo que está dando esa nación al mundo. Gloria hija de la dignidad, que retrata nuestras miserias.