Pedro Chacón-EL CORREO

  • Sukarrieta reprocha a la Diputación de Bizkaia, dirigida por el PNV, un cambio de límites municipales que le privó de su núcleo histórico de Abiña, su identidad

Han pasado ya dieciséis años desde la primera vez que al entonces diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, se le ocurrió la idea de construir un hermano pequeño del Guggenheim Bilbao en Urdaibai. Desde entonces para acá se han sucedido etapas de euforia y de depresión, cual proceso ciclotímico, sin llegar nunca a nada concreto, que recuerdan un poco a lo que pasa con la ‘Y vasca’. El lehendakari Urkullu y la diputada general Etxanobe dicen ahora que se van a dar otro par de años de demora porque en Nueva York están de cambio de directiva y aquí hay que resolver algunos trámites urbanísticos. El caso es que ya hay dinero reservado y también una partida de 40 millones del Gobierno central al efecto. Y ubicaciones elegidas: la de la antigua fábrica de cubiertos Dalia en Gernika y la de los astilleros Murueta en el municipio del mismo nombre. Por su parte, la presidenta del Bizkai Buru Batzar del PNV, Itxaso Atutxa, intenta que las dudas se disipen y dice que sí, que se va a hacer. Y el candidato del PNV a las próximas autonómicas, Imanol Pradales, también parece que lo quiere hacer. Pero lo cierto es que se respira un ambiente enrarecido de extraña indefinición y, sobre todo, una insólita falta de cohesión en público del partido.

Si tuviera que elegir un motivo por el que el PNV está dudando tanto en esta cuestión, más allá de la contestación de ecologistas y diferentes colectivos que siempre ven intereses inconfesables y ocultos que se beneficiarían de toda la operación, y que seguramente los habrá, me inclinaría sin dudar por lo que ha pasado en uno de los municipios de la comarca, Sukarrieta, probablemente el más simbólico para ese partido y donde algo muy hondo se habría roto en los últimos años.

Sukarrieta está en el corazón de la comarca de Busturialdea, que bordea todo el estuario de la ría de Mundaka, eje vertebrador de la llamada Reserva de la Biosfera de Urdaibai, la principal destinataria de todos los desvelos de regeneración de la comarca y que quisiera ver convertido este segundo Guggenheim en su símbolo y motor de tracción. Para el común de los vizcaínos esta localidad está asociada a las colonias de la BBK, a donde yo creo que a todos nos llevaron alguna vez de excursión en nuestra etapa escolar. Esa era precisamente la primera ubicación que se eligió para el nuevo museo.

Pero Sukarrieta, a cuyo cementerio va el PNV en pleno a poner flores a la tumba de su fundador todos los finales de noviembre, se ha convertido estos últimos años en una verdadera piedra en el zapato para todo el proyecto por la animadversión de sus habitantes hacia una Diputación, impulsora del Guggenheim de Urdaibai, que ha generado un problema mayúsculo por un cambio de límites municipales que llegó hasta el Supremo en 2017 y cuyo fallo definitivo dejó al municipio sin su histórico barrio de Abiña y sin su isla de Sandindere, que pasaron a Busturia.

El episodio ha supuesto que el PNV haya perdido en 2023 la Alcaldía de Sukarrieta, que ostentaba desde 1979 (salvo en 1987, que fue para EA). El nuevo regidor, Jaime Orueta, viene reclamando desde hace años la revisión de la sentencia porque, según él, y no le falta razón, Abiña es el núcleo histórico de Sukarrieta: les han robado su identidad. Y es que en la isla de Sandindere (San Andrés euskerizado) estaba la primitiva parroquia del santo, cuya imagen se trasladó a finales del siglo XVIII a su actual ubicación en el núcleo urbano, dando nombre a toda la anteiglesia, la segunda por orden histórico en las Juntas Generales de Bizkaia: San Andrés de Pedernales.

Pero la cuestión es más grave aún. Porque si estamos hablando de temas culturales, con un museo de por medio, olvidar que la cultura es identidad y que la identidad reside en cuestiones muy sencillas y muy sensibles puede resultar, a la larga, catastrófico. Si hay alguna etapa de la corta y procelosa vida de Sabino Arana, fundador del nacionalismo vasco, en la que fue feliz, esa fue la de su matrimonio con Nicole Atxikallende. Sabino le compró al padre de Nicole el caserío de Abiña y la isla de Sandindere. Y justo ahí, en medio, está la ermita de San Antonio de Padua, donde se casaron el 2 de febrero de 1900.

Que desde la Diputación y desde el PNV de Bizkaia no hayan tenido la sensibilidad de no tocar bajo ningún concepto un paraje que es memoria viva de la historia de su propio partido, al mismo nivel que la tumba situada en el otro extremo del pueblo, lo dice todo de la solvencia cultural de sus dirigentes. En estos tiempos de realidad virtual, si consultamos Google Maps podremos ver la ermita y la vista impresionante a la ría de Mundaka. Justo en la tapia que cierra el paseo hay una pintada, que no sé si en la vida real ya la habrán quitado, que dice: «Guggenhen (sic) go home, Urdai baietz!».