La Semana Santa es periodo habitual de lluvias y decretazos. Cae agua donde el resto del año es secarral y se meten de rondón ásperas decisiones políticas para evitar conflictos. Es costumbre instalada por Adolfo Suarez con el Sábado Santo rojo, cuando legalizó quedamente al PCE sin apenas turbulencias. Una añagaza convertida ya en costumbre que Pedro Sánchez ha hecho suya sin aspavientos, este año además en sus variantes del ‘madurazo’ y la cacicada.
El Consejo de Ministros del martes, ya con aires de gran escapada vacacional, aprobó el impuestazo para el pago de las pensiones, denominado ‘cuota de solidaridad’, ese eufemismo que esconde un sablazo a los salarios por encima de los 56.000 euros -clase media tirando a demediada- a los que empezará a esquilmarse ya el próximo año un 1% hasta llegar al 6% en 2045, si es que para entonces las cosas no se han arreglado o si todo esto de España sigue en pie. El palo impositivo lo había anunciado Escrivá desde su anterior sillón en Seguridad Social y ahora se ha concretado bajo el espeso manto de las procesiones. No gobiernan, saquean. No gestionan, atracan. Esta gente no crea riqueza, se inventa empleos apócrifos, persigue al empresario, acogota al autónomo, engorda la deuda y multiplica el cuñadismo funcionarial.
Tras concretar el impuestazo a los ricos, como lo llama el aparato de propaganda del Ejecutivo por disimular, se subió al Falcon del progreso rumbo al palacio de Doñana, donde ahora reposa junto a Begoña, necesitada de unos días de tranquilidad
El uso del decreto será la norma de Sánchez, que se ha quedado sin presupuestos (no ha explicado muy bien los motivos de tal decisión tan escasamente constitucional) y sin una mayoría parlamentaria estable. Con 148 escaños no se puede gobernar, ya advertía Yolanda Díaz. El triministro Bolaños ha decidido meter la directa, obviar al Legislativo cual si fuera un estorbo de utillería y anunciar un plan normativo para el presente año con 198 iniciativas de las que 149 serán decretazos. Es decir, el 75%. El pasado año fueron el 30 y ya era una enormidad. Sánchez gobierna a ritmo caribeño, entre la bachata y el merengue, con un cierto olor a Maduro y otro poco a podrido. Descree de la división de poderes, abomina del Congreso y se abona a escribir ocurrencias en el BOE sin pasar por el trámite parlamentario que caracteriza a las democracias consolidadas. Tras aprobar el impuestazo a los ricos, como lo llama el aparato de propaganda del Ejecutivo por disimular, se subió luego al Falcon del progreso rumbo al palacio de Doñana, donde ahora reposa junto a Begoña, necesitada de unos días de tranquilidad.
Resabios bolivarianos
Más venezolano que británico se antoja también ese cambio en el reglamento en la Ley de Costas que ya tiene ultimado la ministra Ribera y que posibilitará al Gobierno expropiar apartamentos, hoteles o edificios en primera línea de playa. La medida, conocida en estos días de Pasión, suena algo excesiva, pero la titular de Transición Ecológica, dechado de dulces virtudes, ha tenido a bien disponer que los legítimos propietarios de esas viviendas o negocios que sean expurgados por lo público, puedan disfrutar del uso activo de lo suyo durante treinta años y luego ya se verá. La cosa tiene un resabio bolivariano, aunque quizás se tan sólo una iniciativa ecológico-renovable-sostenible por el bien de la humanidad.
Es frecuente también camuflar en estas jornadas santas alguna cacicada non sancta, como por ejemplo el disparatado esperpento que se ha vivido en la interna de RTVE en torno a la contratación de un humorista llamado Broncano y que derivó en una ruidosa degollina que se ha llevado por delante una cuantas cabezas. Lo más hilarante ha sido el procedimiento. Elena Sánchez, la presidenta del Ente nombrada hace dos años por Moncloa, recibió el apoyo del PP para defenestrar al jefe de Contenidos, José Pablo López, con el criterio contrario de los consejeros socialistas, o sea, de los suyos. A su vez, el PP se alió con los del PSOE para cargarse a la propia señora Sánchez, mientras los consejeros de Podemos pululaban cada uno hacia un extremo del conflicto, como suele ser habitual. Un juego de puñadas todos contra todos que daría para un divertido sketch de los hermanos Marx.
Contreras (uno de los dos Migueles ‘visitadores de la Moncloa’), no sólo goza de una enorme influencia en el Ala Oeste, labrada a fuerza de mucho basket y alguna aviesa puñalada, pobre Iván, sino que además ocupa cargo en Prisa y controla una empresa que nutre de contenidos al Ente
De esta forma, la teletonta pública perdió sus dos cabezas en esta semana nazarena y las sustituyó por una militante socialista llamada Concepción Cascajosa, que quedó en el puesto casi antepenúltimo cuando, hace años, se presentó por la vía legal para ocupar el cargo. ¿Todo este lío por Broncano? Más bien no. En esta trifulca late, invariablemente, un trasfondo de batalla por el control ideológico del Ente, por supuesto. Pero no solo. Al cabo, se va una presidenta de izquierdas y llega otra del mismo color aunque algo más afinado al que gusta en Moncloa.
Detrás de este rigodón tan chusco están los negocios de las productoras, con José Miguel Contreras (uno de los dos Migueles ‘visitadores de la Moncloa’, el otro era Barroso, DEP)), que no sólo goza de una enorme influencia en el Ala Oeste, labrada a fuerza de mucho basket y alguna aviesa puñalada, pobre Iván, sino que además ocupa cargo en Prisa y controla una empresa que nutre de contenidos al Ente público. En la nómina de los beneficiarios también aparece Buenafuente, otro bromista catalán, con programa en la Ser y con la productora que elabora precisamente la Resistencia de este Broncano. Una movida algo estrafalaria con navajeos políticos y una paletada de millones como telón de fondo cuyo último acto aún está por definir. Pablo Motos, odiada víctima propiciatoria del vodevil, pasaba por allí y a ver si dura. Antena 3, su cadena, también aparece en la diana. Todo lo que molesta a Sánchez debe ser destruido.
Entre madurazos y cacicadas, vaya semanita, diría Patxi.