MAITE PAGAZAURTUNDÚA, EL CORREO 20/05/2013
· Imaginen por un momento la vida en los tiempos en que no había esos teléfonos de última generación que incluyen sofisticadas cámaras de vídeo, de fotos, posibilidad de ver televisión o películas, juegos y música. Vivimos sumergidos en un frenesí de creación y reproducciones de imágenes, grandes o pequeñas, pero constantes: cartelones institucionales y publicitarios, marcas, el arte de dimensiones colosales, las noticias en directo…. Los nacidos en la década de los sesenta o antes podrán recordar cuando la compañía telefónica era una. Sin ordenadores. Salto. La televisión es en blanco y negro. Pequeño salto y desaparecen los cuentos infantiles troquelados en cartón multicolor y los libros de texto con colores. Otro.
No tenemos televisión. Hay estampitas de santos y –tal vez– cuadros del Sagrado Corazón de Jesús. Un momento: la renta per cápita española la encabeza Gipuzkoa en 1960, seguida de Bizkaia. En 1957 empatan Gipuzkoa y Bizkaia. En 1955, Gipuzkoa en cabeza la renta seguida de Bizkaia cuadruplicando ampliamente a la última situada, Granada. Las películas van sin color y todos sirven como figurantes en el NO-DO: campesinos, marineros, autoridades con bigote, obreros en las fábricas que visita el poder; todos son figurantes de las imágenes que graba y retransmite el poder con un lenguaje grandilocuente y pomposo.
Si echamos todavía la vista más atrás, cuando desaparecen las radios y los coches, y las escasas fotografías –de los domicilios que las tuvieron–, los cambios tecnológicos que percibe la mayoría van más lentos, pero siguen existiendo estampitas y el Sagrado Corazón de Jesús. Los retratos en casas de los pudientes. El mundo percibido tiene muy pocas reproducciones de imágenes y se concentran en los templos. Pero antes todavía fue menos: la socialización de la imagen no se dio hasta el siglo XV con la aparición de los primeros grabados. Y no es casualidad que los Reyes Católicos utilizaran eficazmente en su potentísimo aparato de propaganda y publicidad las posibilidades de la entonces novísima técnica del grabado.
En los inicios del siglo XXI se confunde la propaganda con la política. La nueva Batasuna, legalizadita, ha decidido trabajar otro nicho mediático, y en su caso, requiere de muchos figurantes para las performances de detenciones y cosas así. Debemos requerir al lehendakari a que establezca las tasas y los precios de cada hora de ertzaina figurante equipado, con coches y otros artefactos públicos. No se puede pedir a los nacionalistas vascos que se entusiasmen en el cumplimiento de las leyes –tampoco a los demás, por lo que se va viendo– pero al menos podrían aliviar las arcas públicas con una fuente extra de ingresos.
MAITE PAGAZAURTUNDÚA, EL CORREO 20/05/2013