Carlos Souto-Vozpópuli

  • No hay espacio para la retórica tibia de quien, frente al abuso de poder, responde con asombro

A fines de los años cincuenta, cuando en Cuba todavía no había edificios derruidos y el tiempo parecía estar hecho de trompetas y tabaco, explotó un movimiento musical encantador. Me considero un especialista en el tema, y por eso titulé esta columna con el nombre de un bolero que me parece una joya injustamente olvidada: Salgamos del error, de Carlos Puebla y sus Tradicionales. En esa canción, el autor se da cuenta de que ha dejado abandonada a una mujer para cambiarla por otro amor, y se arrepiente. «Salgamos del error», le dice, como una súplica al pasado.

Hoy, ese bolero amoroso da título a mi columna, y está dedicada Partido Popular en su conjunto. Porque el PP también abandonó un amor que le daba resultados y ahora no sabe cómo volver atrás. Está pagando un pecado de origen, y lo está pagando muy caro. Cuando Pablo Casado intentó llevarse por delante a Isabel Díaz Ayuso creyendo que podría, ella se defendió y ganó. Y por eso cayó Casado. Era el momento perfecto para poner a Ayuso al mando del partido. Sin embargo, el suprapoder interno del PP —ese sanedrín invisible— buscó a Feijóo y dejó a Ayuso “en observación”. No entendieron el tiempo político. Ejecutaron un movimiento típicamente conservador. Eligieron mal. Mientras tanto, Vox creció.

La paradoja es que Ayuso ya había dominado a Vox en Madrid, y probablemente habría logrado lo mismo a nivel nacional. Ese fue el error: no reconocer el talento natural de una figura que conecta emocionalmente con los votantes, y preferir un liderazgo cómodo, sin filo.

El Verano Azul sigue ahí

En aquel Congreso decisivo, debió pasar otra cosa. El PP necesitaba un golpe de audacia, una sorpresa, algo equivalente a lo que ocurrió con los Tories cuando eligieron a Margaret Thatcher. Ella, una mujer subestimada, se convirtió en una líder mundial. No sólo condujo a su país en una crisis, sino en una guerra lejana, y la ganó. Decía Thatcher: “Si quieres que se diga algo, pídeselo a un hombre; si quieres que se haga algo, pídeselo a una mujer.” Algunos dicen que fuera de Madrid Isabel Díaz Ayuso no es tan apreciada. Yo pregunto: ¿y Feijóo lo es fuera de Galicia? Ayuso, recorriendo el país, habría dejado a Vox reducido a la mitad de lo que tiene hoy. Como en Madrid. El liderazgo del PP, en ese momento, tenía que ir al más killer, porque enfrente había —y hay— un killer.

Ayuso demostró serlo. Pero la dejaron en la nevera y eligieron a un hombre que carece del carisma para enfrentarse a Sánchez. Feijóo no está dispuesto a cortar cabezas en su propio partido. Tiene un vocero que dice en TV que el PP debe conservar un pie en el centro y con el otro “pivotar a izquierda y derecha”, madre mía. No ve que el centro ya no está adonde ha puesto el pie, sino que ha pisado caca de perro. Es el mismo responsable de la campaña Verano Azul, que cambió la historia actual española para mal, para muy mal. Y que sin embargo sigue allí, diciendo cosas como estas. El horizonte del PP es triste, y salir del error ahora no será fácil. No hay una manera incruenta de hacerlo. Implicaría desmontar toda una estructura de poder que prefiere autodestruirse antes que ceder. Mientras tanto, España se desliza hacia una eternidad sanchista.

Ayuso es su problema

Y el error del PP lo hace evidente Sánchez que subestima a Feijóo al punto de bromear con él, incluso al decirle que no pierda el “ánimo”. Pero ataca a Ayuso con todas sus fuerzas, y no sólo a ella, sino a su pareja, y a todo lo que la rodea. Porque Ayuso es su problema, Feijóo no lo es. Porque será incapaz de hacer los cambios drásticos que necesita llevar adelante un gobierno necesariamente heroico, para reparar la demolición democrática que está llevando a cabo Sánchez. No hay espacio para la retórica tibia de quien, frente al abuso de poder, responde con asombro.

Feijóo ha dicho que Sánchez le causa “estupor”. Confunde un sustantivo con un adjetivo, como quien confunde la política con la gramática. Y ahora, encima, lo han convencido de que debe mostrarse hiperactivo: que proponga, proponga y proponga. Es la ley básica del consultor sin brújula: cuando no sabe qué hacer, le dice al candidato que no está haciendo suficiente. Así, de repente, se lo llena de “propuestas”, de un batiburrillo de iniciativas, que pretenden mostrar dinamismo, pero sólo transmiten desconcierto.

Isabel Díaz Ayuso, en cambio, suele resumir su instinto político con una claridad brutal: “Mientras algunos gobiernan con miedo, yo prefiero hacerlo con libertad.” Y esa diferencia —esa libertad, esa valentía— es la que el PP perdió el día que decidió no confiar en ella. El PP corre detrás de un tren que ya pasó. Un tren que llevaba a bordo una idea, un rostro y una convicción: Isabel Díaz Ayuso. Mientras tanto, Sánchez sigue al mando del Estado, de los jueces, de la agenda y del cambio de horario. Si el PP quiere liquidar a Sánchez, sus bases deben entonar a voz en cuello aquel bolero de Carlos Puebla: “Salgamos del error”.