Juan Carlos Girauta-ABC
- Si usted no ha dado muestras de pertenecer al colectivo del progreso se verá caricaturizado como negacionista
Las gentes de progreso adoran la falacia del hombre de paja. Se trata de atribuir al prójimo argumentos que no ha expresado para, acto seguido, desmontarlos simulando un éxito dialéctico. Tanto les gusta el truco que no es raro verlos acudir a debates y tertulias desprovistos de cualquier otro recurso.
No crean que son los más limitados del colectivo. Ese puesto le corresponde a los comentaristas suscritos a la falacia ad hominem, el simple ataque personal. Importada de la telebasura de bragueta, a nadie debe sorprender que los exportadores, a su vez, hagan política con la finura imaginable. «Este es un programa de rojos y maricones», declaró el rey del gremio.
El gremio mueve más voto que los sedicentes programas serios. Pero ya nos deprimiremos otro día. Lo que ahora me tiene fascinado es el éxito del hombre de paja. Se deberá a su facilidad: hasta el menos dotado puede ganar a un muñeco. Basta con ignorar los argumentos reales del contrario.
Los del progreso han armado un espantapájaros que es el facha platónico, inerte figura tildada unas veces de salvaje neoliberal y otras de derecha extrema. Ahí sigue habiendo un margen minúsculo de salvación para el muñeco. Sin embargo, la estrecha escotilla se cierra con solo invertir el orden de sustantivo y adjetivo. «Extrema derecha» no tiene solución. Conduce de modo fatal a «fascista». Y a que el moderador llame al orden. Oponer acusaciones de «extrema izquierda», o de «comunista», en principio simétricas, no solo resulta inútil, sino que confirma a la audiencia en la idea de estar ante un facha del siete.
Solo hemos visto las etiquetas y queda poco espacio para rematar la faena, digo la columna. El meollo de la falacia del hombre de paja, como vimos, es la impropia atribución de argumentos. Si usted no ha dado muestras de pertenecer al colectivo del progreso (hay mil modos de hacerlo), se verá caricaturizado tarde o temprano como negacionista del cambio climático, como machista, como franquista, como homófobo. Depende del tema del día.
Salvo que posea la rapidez y el coraje suficientes para pasar a un ataque implacable, todas sus energías se consumirán en una inútil autodefensa que se resume en: yo no soy ese muñeco. Y cuando haya vivido muchas veces tan desalentadora experiencia, ya desfondado, puede suceder que salga a empatar, es decir, a perder, como ayer los representantes de la España liberal-conservadora.
Acusados preventivamente de asesinos, de responsables de millares de muertes futuras si no apoyaban la dictadura constitucional, dijeron, sin esperanza, lo que debían… y luego actuaron en contra de su análisis. Dejaron pasar la ocasión de desnudar al Gobierno socialcomunista, de exhibirlo en su fragilidad, de iniciar el contraataque. Prefirieron comunicar a sus fustigadores, los verdaderos responsables de fatales negligencias y abusos de poder, que ellos no son el espantapájaros de la caricatura.