Esta es, naturalmente, una de esas noticias que confirman la teoría de Steven Pinker sobre la paulatina y firme reducción de la violencia. Nunca será una noticia de portada. El periodismo, ese listillo, da el bien por sabido. No deja de ser interesante que a pesar de su militancia en el mal el mundo mejore. La evidencia quizá impugne el carácter imitativo que, según algunas teorías, genera la publicación de noticias asociadas a la violencia. Y tal vez refuerce la necesidad paradójica de que el periodismo siga siendo el aguafiestas de la civilización: es posible que el sermoneo constante sobre lo mal que va el mundo no refleje la realidad, pero contribuya a que el mundo mejore. En cualquier caso, y si noticia es también aquello que contraría nuestras suposiciones, quizá haya llegado el momento que el periodismo deba plantearse el papel de las buenas noticias.
Los expertos adjuntan distintas explicaciones ante esta ofensiva triunfante (¡y ya comprendo que ofensiva para tantos!) de la felicidad. Me ha llamado la atención esta opinión del criminólogo René van Swaaningen: «En la era digital, una creciente cantidad de jóvenes de entre 12 y 18 años (el grupo poblacional en mayor riesgo de cometer delitos) pasan su tiempo sentados frente a su computadora, lo que los aleja de las calles». Hace tiempo que sospecho que las redes sociales han sustituido con ventaja a la guerra: engullen sin sangre las cíclicas remesas de carne de cañón. Dado que la reducción de la violencia es un fenómeno sobre todo cultural, creo que voy a decir algo políticamente incorrecto: y es que me temo que la corrección política, esta ley más o menos escrita que pone la convivencia al baño maría, tiene bastante que ver en la noticia carcelaria. La vida es una salsa holandesa: difícil, contradictoria y delicada.