Ignacio Camacho-ABC
- «Cualquier análisis político basado en reglas convencionales cae en el error de desdeñar la estructura mental de Sánchez»
Tengo un amigo aún más pesimista que yo, lo cual representa un grado de derrotismo verdaderamente sombrío, que de vez en cuando me llama para rebajarme cualquier atisbo de pensamiento positivo. Dice que en los últimos tiempos me observa demasiado convencido de estar ante la etapa terminal del sanchismo, y que haría mejor en regresar a una lectura más realista –léase fatalista– del momento político, sin fiarme de los estudios demoscópicos que pronostican el cambio de ciclo. Lo que sigue es un resumen de su monólogo jeremíaco.
«Mira, la mayoría de los análisis sobre el colapso de la legislatura están basados en planteamientos convencionales. Eso es desconocer la estructura mental de Sánchez, y por tanto minusvalorar su forma de enfrentarse a las dificultades. En una democracia normal, donde los gobernantes respetan ciertas mínimas reglas éticas o al menos aceptan algunos límites institucionales, podría pensarse que, en efecto, el mandato ha llegado a un punto inviable. Pero ese esquema no rige con este personaje. Pedro está decidido a pelear con todos los instrumentos que tenga a su alcance, y si es necesario a llevarse el sistema por delante».
«Así que témete cualquier cosa. Con los tribunales encima no puede permitirse torcer el brazo. Y no te estoy hablando del fiscal o de Ábalos; esos son fusibles que saltarán en caso de peligro, dalos por amortizados. Ni siquiera de Begoña o del hermanísimo; me refiero a la posibilidad de que el presidente acabe empitonado. ¿Tú confías en que alguien que ha pasado siete años apropiándose de todos los resortes del Estado los vaya a entregar sin más a los adversarios? Créeme, esto no ha hecho más que empezar y vienen sacudidas que ni siquiera barruntamos».
«¿Que en qué estoy pensando? Pues en un órdago a la grande, una apuesta con todas las cartas, incluidas las marcadas, sobre la mesa. Una reforma de la ley electoral, por ejemplo, o hasta un referéndum sobre la Constitución para crear un clima de polarización extrema. Cualquier idea que sirva para reagrupar a la izquierda y meter a la derecha en un problema. Y desde luego esa ley de control de la justicia, que a Puigdemont también le interesa. Lo que me cuesta creer es que se resigne al fracaso por las buenas».
«Aunque también es posible que ni siquiera le haga falta romper la baraja. Que le baste con poner a toda marcha la máquina de propaganda. Ésa es la fase actual, y ya le ha proporcionado alguna esperanza, todavía incipiente de remontada. Pero si eso no funciona habrá que ponerse en guardia: si ahora te parece grave la crispación ciudadana, espera a ver todo el aparato del poder desplegado en orden de batalla«.
Huelga decir que esa voz derrotista que me habla al oído es la del que Machado llamaba «el hombre que siempre va conmigo». Esa parte intuitiva de la conciencia que advierte contra la reverberación de los espejismos.