Luis Ventoso-ABC

  • El acuerdo nos evita la bancarrota y ataja las quimeras de Pedro y Pablo

Cuatro días de negociaciones insomnes. Noventa horas de discusión, solo superadas por las de Niza de hace veinte años, de 25 minutos más. Fue como un revival laico de las batallas entre católicos sureños y protestantes del Norte. España, Portugal e Italia, con sus economías arrasadas por el virus, ayudadas por Francia, también muy tocada, exigían subvenciones directas de no menos de 400.000 millones. Los cuatro paladines del rigor contable -Holanda, Suecia, Austria y Dinamarca- se negaban a que esa partida superase los 375.000 millones. Al final, como siempre, la solución intermedia: las ayudas directas de emergencia serán de 390.000 millones, de las que solo España se lleva 72.700 (lo cual no es ningún honor, como vende el Gobierno entre aplausos cursis al líder providencial, sino que da idea del gravísimo boquete de nuestro país).

Acuerdo a las cinco y cuarto de la mañana. Saludado al alba con el eufórico «¡lo hemos hecho!» del presidente del Consejo Europeo, el simpático liberal belga Charles Michel. Sin mucha imaginación, casi todos los mandatarios se apresuraron a valorarlo igual: «Histórico». Pero esta vez sí lo es. El importe total de esta suerte de Plan Marshall para levantar a una Europa vapuleada por el virus chino es de 750.000 millones (de los que 390.000 son ayudas y 360.000 créditos baratos). El manguerazo lo financiaremos endeudándonos. La espectacular nueva es que será la UE como tal la que salga a captar el dinero en los mercados, al amparo del prestigio de su calificación de triple A. Los alemanes han aceptado algo que en la crisis anterior les daba repelús: endeudarse para auxiliar a los países sureños. La razón es que esta vez el descalabro alcanza a todos, incluidos los propios germanos. Europa prevé pagar el crédito en 2058. Aunque nadie lo dirá en esta hora de la euforia, se ha cargado una enorme losa sobre las espaldas de las generaciones venideras. Era la salida inevitable, pero hay mucho en este plan de huida hacia adelante a golpe de deuda, porque los problemas europeos son muy profundos: cada vez inventamos y trabajamos menos, por lo que el futuro se ha fugado a Asia.

Iglesias Turrión ha vendido el acuerdo en Twitter (en español e inglés) como un respaldo a las política económicas del Gobierno. Si se están riendo, yo también. La UE condiciona las ayudas a «reformas económicas», y eso en la jerga europea significa ajustes a favor de la consolidación fiscal y las empresas. Calenturas como cepillarse la reforma laboral de la manita de Bildu ya no serán posibles. El acuerdo incluso incluye un «freno»: si un país denuncia a otro por malgastar las ayudas, serán paralizadas de inmediato por tres meses, a la espera de la decisión final de la Comisión Europea. Europa ha hecho el doblete: nos ha salvado de la bancarrota y de la aventura socialista de Pedro, Pablo, Rufián y cía.

(PD: ¿Por qué cuando Rajoy gastó 44.000 millones de ayudas europeas en salvar a la banca era un vergonzoso «rescate» y ahora que Sánchez recibe otro crédito europeo, pero de 67.300 millones, estamos ante un «éxito histórico»? Misterios del «progresismo»).