El PSE presentó su iniciativa parlamentaria sobre Sortu porque sabía que el PNV pensaba registrar una declaración similar. Y la retirada da una imagen confusa. Más que parecer un partido en manos del PP, parece estar más preocupado por satisfacer a la oposición que a sus propios socios.
Apunto de irse al traste la alianza entre socialistas y populares en Euskadi. Los socios del Gobierno vasco acaban de atravesar uno más de los momentos críticos de la legislatura, pero tal como van las pautas de reacción ante el mundo de la ilegalizada Batasuna, seguramente no se trata del último. Los socialistas y populares vascos tendrán, inevitablemente, más puntos de fricción en la segunda mitad del mandato de Patxi López. Si hace apenas un mes decíamos que Batasuna ‘les confunde’, la incoherencia de declaraciones y movimientos parlamentarios detectados la pasada semana en torno a la conveniencia o no de legalizar a la nueva franquicia de Batasuna, puso en peligro la estabilidad del pacto que permite a los socialistas gobernar el País Vasco con ayuda de los populares.
Las aguas turbulentas ya se habían calmado el viernes cuando Patxi López y Antonio Basagoiti recibían, ‘ex aequo’, el Premio a las Libertades en el pueblo asturiano donde nació el general Riego. Pero hasta entonces las pulsiones tan inoportunas y contradictorias de Jesús Eguiguren, como preludio de una propuesta parlamentaria de su grupo en la Cámara de Vitoria, cantando prácticamente el ‘alirón’ a Sortu, para animarles a seguir por la vía que han emprendido, habían encendido todas las luces de alarma. En Euskadi, de forma más flemática, pero no por ello menos contundente, que en la sede de Génova en Madrid. Basagoiti sabía que no podía dejarse colar ese gol por la escuadra. «Animar a Sortu vulnera el espíritu del pacto de legislatura», protestaban los populares.
¿El objetivo prioritario de este Gobierno no es luchar contra el terrorismo? El consejero Ares lo acaba de recordar. Pues de eso se trata, aseguran los implicados en la alianza más revolucionaria que ha conocido Euskadi desde que se puso en marcha la autonomía una vez aprobado el Estatuto de Gernika. Pero, en menos de setenta y dos horas, Eguiguren se ha vuelto a hacer un lío y ha terminando reclamando a sus compañeros respeto para su cargo, un respeto que, aseguran muchos militantes socialistas, él no ha tenido para un asunto de tanta importancia como el que se está discutiendo ahora. Y no les falta razón. Dar por finalizado un capítulo que él mismo inició descalificando a Zapatero cuando en realidad quería lanzar su dardo contra el PP (el socio del lehendakari) diciendo que no hay discrepancias, que tan solo ha ocurrido que los socialistas son «un poco anárquicos en las declaraciones», roza con la frivolidad. No es serio. Eso es lo que piensan muchos de sus compañeros que, en público, jamás cuestionarían a su presidente, aunque crean que Eguiguren está más preocupado por otras cuestiones que en dirigir el partido.
Y no es serio porque no estamos hablando de los Juegos Olímpicos. Estamos hablando de una terrible historia de atentados: 858. Y de cómo se cierra el ciclo más abominable que ha sufrido la ciudadanía de este rincón de la vieja Europa. El capítulo del ‘verso suelto’ se habría quedado aislado, a pesar de que esta vez ha llegado muy lejos, si los socialistas del Parlamento vasco no hubieran cometido el doble error de presentar una proposición no de ley para celebrar el giro de la izquierda abertzale y, al cabo de unas horas, retirarla. ¿El resultado? Que los adversarios nacionalistas arremeten contra el lehendakari acusándole de estar atrapado por la presión del Partido Popular. Y, de otro lado, sus socios y UpyD, que ven a los socialistas «demasiado pendientes del PNV». Leña por todos los lados.
En realidad, la presentación de la iniciativa en cuestión se adoptó porque sabían que el PNV pensaba registrar una declaración similar. ¿Quién está pendiente de quién, entonces? Y la retirada da una imagen confusa. Más que parecer un partido en manos del PP, la imagen que han transmitido los socialistas vascos ha sido la de vivir más preocupados de satisfacer a la oposición que a sus propios socios.
Al final de la semana reapareció Rubalcaba y mandó callar. Él, mejor que nadie, sabe que los disensos en la lucha antiterrorista favorecen a ETA. En un silogismo tan obvio que no haría falta siquiera mencionarlo. Pero Rubalcaba tuvo que hacerlo porque, durante su convalecencia, observó muchos desmanes a su alrededor . Con los nervios a flor de piel ante la persuasión de que Zapatero pronto anunciará que no repite como candidato a la Presidencia se han disparado, de forma paralela, dos carreras. La de la sucesión y la del desmarque. Los socialistas vascos están en esta última. Y los bandazos en los mensajes siguen despistando a su electorado.
Los populares dan muestras de una infinita paciencia, además de la demostrada lealtad hacia el Gobierno que sostienen. Pero han decidido dar importancia a todos y cada uno de los hechos que se produzcan en la acción política del eEjecutivo de Patxi López. Porque, con los mensajes, no saben a qué atenerse. Porque, en cuestión de días, ha pasado de anunciar que no mantendrá el pacto con el PP «por encima de la necesidad de lograr la paz» a alabar las ventajas del apoyo de los populares a su Gobierno. Más allá de los cáculos electorales, está la Justicia teniendo que pasar a limpio sus deberes con Batasuna-Sortu. Señores de la Sala del 61 del Tribunal Supremo: es su turno.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 21/3/2011