Ignacio Camacho-ABC
- Convivir con el Covid significa para este Gobierno abdicar de su obligación de tomar decisiones a tiempo
No lo van a decir así porque la frase salió malparada del año pasado, pero las autoridades españolas -de izquierdas o de derechas, gubernamentales o autonómicas- están tratando otra vez de ‘salvar la Navidad’. Y eso significa cerrar los ojos al avance de la cepa Ómicron y confiar en que la vacuna preserve a la población del ataque o al menos al sistema asistencial de la saturación. Es cierto que la economía no aguanta una nueva oleada de restricciones y confinamientos, aunque después de las dos sentencias del TC ya sólo podrían ser parciales o perimetrales y fundamentados con mucho detalle. Pero el virus corre favorecido por el hecho de que la mayoría de los infectados no son conscientes porque la vacuna amortigua los efectos y en muchos casos oculta los síntomas. Y entonces qué importa, pregunta lógica. Pues importa que no todo el mundo tiene el mismo nivel de defensas inmunitarias y los más vulnerables salen más golpeados, de modo que la ocupación hospitalaria vuelve a crecer a ritmo relativa y progresivamente rápido.
¿Estamos mejor que otros países que han tomado medidas y hasta reinstaurado el estado de crisis? Mucho mejor en cuanto a porcentaje de vacunados y bastante todavía en tasa de incidencia. Pero este último dato es algo engañoso porque en España se efectúan muchos menos PCR y hay un contagio sumergido en la calle. (Además de un porcentaje egoísta que prefiere ignorar los indicios para eludir la cuarentena; la responsabilidad individual es un mito político de esta pandemia). Las populares pruebas de antígenos proporcionan una falsa sensación de seguridad; en los últimos brotes registrados en cenas navideñas de personal sanitario se los habían hecho todos los asistentes. Y esos autotest cuya venta se ha disparado son, como dice la doctora Del Val, una bonoloto: su precisión es muy mejorable y resulta difícil que un ciudadano sin costumbre sepa introducirse el hisopo correctamente y hasta el fondo. Respecto al pasaporte Covid, sólo sirve como herramienta de presión contra la residual resistencia a la vacuna. Fuera de eso es otro placebo ante la potencia infecciosa de la nueva variante.
Conclusión: que enero tiene mala pinta. Que salvar la Navidad puede condenar el resto del invierno. Que las reticencias a la limitación de aforos en la hostelería durante estas fechas se disiparán después de Reyes. Que podemos volver a ver mascarillas obligatorias, restaurantes con capacidad limitada o acaso localidades incomunicadas, y a escuchar cifras antipáticas de fallecimientos y sobre todo de ingresos. Y que tanto la salud pública como la economía tienen muchas papeletas de pagar por sexta vez el precio de que el Gobierno abdique de su obligación de tomar decisiones a tiempo porque ‘convivir con el Covid’ equivale para ciertas autoridades a desentenderse de un problema tan serio como el de que miles de ciudadanos caigan enfermos.