ABC-LUIS VENTOSO

Reconozcamos que vocación y moral no le faltan

PARECE ser que no. En contra de lo que solemos pensar, los españoles no dedican su ocio doméstico a leer a Hegel y a Wittgenstein. Lo que hacen es ver la televisión. Exactamente una sobredosis de 233 minutos al día, según las mediciones de este verano. Como media nos pasamos casi cuatro horas al día ante la tele, lo que convierte a ese electrodoméstico en la herramienta más formidable a la hora de conformar las opiniones políticas. Pero el panorama televisivo español es absolutamente anómalo respecto a países occidentales similares, porque aquí no existe ninguna televisión conservadora de gran peso, mientras que las principales cadenas de referencia apoyan el mal llamado «progresismo» (paradójicamente tratándose de compañías de capital conservador). Trump puede tener en contra a los liberales de la CNN, el «Post» y el NYT, pero sabe que para defenderse siempre contará con el potente altavoz de la cadena Fox. ¿Cuál es el canal de televisión de audiencia masiva donde Casado puede exponer sus puntos de vista con espacio y atención suficientes? A día de hoy no existe. Ese, y no otro, es el principal hándicap del PP para recuperar el poder (y algún día Soraya podría explicar cómo se llegó a esto, en lugar de dedicarse a desairar a quién la derrotó en justa lid, desprestigiándose así a sí misma).

Sánchez –que no es una lumbrera, pero sí posee talento maniobrero– entiende muy bien la importancia de los medios. Por eso su primer acto de gobierno, casi el único, ha sido tomar TVE por decreto para cerrar la única ventana ancha donde el PP podía asomarse a hablar de lo suyo. ¿Pero bastará el control televisivo para que se consagre? Él cree que sí. Ayer proclamó en un mitin que habrá PSOE hasta 2030, lo que indica que tiene en mente un gran plan de ingeniería social: aspira a mudar radicalmente la faz España. Para ello toca estigmatizar al conservadurismo, tacharlo de tara ideológica, a fin de llegar al mundo feliz: el progresismo perpetuo, el imperio del único pensamiento moralmente admisible.

Pero hay rémoras que no se superan ni con todas las televisiones soplando de popa. Sánchez no cabe bien, su nueva sonrisa Kennedy chirría por impostada y su egolatría empalaga. Para alcanzar La Moncloa, Sánchez se ha aliado con los más sañudos enemigos de España, y los españoles lo saben y les molesta. Sánchez gobierna sin haber permitido que las urnas lo refrenden, y los españoles lo saben y les molesta. Sánchez no está dando pie con bola en La Moncloa y su Gobierno es la feria de las rectificaciones, y los españoles lo saben y les molesta. Sánchez, como toda la socialdemocracia actual, carece de ideas para la economía, más allá de gastar más, y él e Iglesias empeorarían a Zapatero si llegase otra galerna. Sánchez, en resumen, no está cuajando, en contra de lo que pretende la incansable campaña de propaganda con guión de su asesor Redondo. La encuesta de hoy de ABC lo ratifica: su apoyo ha bajado desde que llegó al poder; el 69% de los españoles exigen elecciones y más de la mitad creen que está fracasando en economía, pensiones e inmigración. ¿Sánchez 2030? Por supuesto. Y el Rápido de Bouzas campeón de Champions.