- «El presidente aparecerá en los libros de historia y de política para mostrar a un gobernante que humilló al Estado de Derecho para satisfacer su ambición»
Los políticos no pasan a la Historia como quieren, sino como pueden. Ahora bien, quizá Sánchez tenga en mente aplicarse a sí mismo la Ley de Memoria Democrática. Solo así, retorciendo y manipulando, ocultando y mintiendo, pasaría a la Historia de España como un personaje positivo alegando la exhumación de Franco.
Ya, pero si la profesión de historiador sigue siendo libre y plural en el futuro no tengo la menor duda de que Sánchez será recordado más por la larga lista de trolas y pifias para satisfacer su ego.
Sánchez aparecerá en los libros de historia y política para mostrar un modelo de gobernante definido por la humillación del Estado de Derecho para satisfacer su ambición. No hay ninguno igual en las décadas de democracia española. Hagamos un repaso.
Está asaltando a los órganos del poder judicial y amenaza colonizar el Tribunal Constitucional solo para ajustar sus leyes al ordenamiento y permitir que sus amigos independentistas convoquen un referéndum. Esta es la última, pero hay más.
Su mayoría se basa en la satisfacción de los rupturistas y antidemócratas, justo lo que dijo que no haría. En campaña electoral prometió que no llegaría a un acuerdo con Podemos porque «no dormiría por las noches”. Y afirmó que en ningún caso lo haría con Bildu: «Con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo cinco veces, o veinte. Con Bildu no vamos a pactar. Con Bildu, se lo repito, no vamos pactar». Incluso llegó a decir en 2015 que ni siquiera se reuniría con los bilduetarras para comunicarles que no.
«Cuando los historiadores del futuro hablen de esta época, tendrán que decir que Sánchez mintió»
Ahora la realidad es otra. Cuando los historiadores del futuro, si siguen siendo libres, insisto, hablen de esta época, tendrán que decir que Sánchez mintió. Buscarán la razón y dirán: lo hizo solo por ambición personal y sectarismo, porque tenía constitucionalistas con los que pactar y no quiso. Y cuando cuenten las consecuencias de ese pacto con Bildu y ERC, con «quienes nos queremos marchar del Estado», según Otegi, verán que se debilitó la democracia, se humilló al Estado, se pisoteó a la justicia y se enturbió la convivencia. No hubo «pacificación», sino rendición.
Esos historiadores del porvenir vincularán la ambición del César socialista con las exigencias de los independentistas, como los indultos, la eliminación del delito de sedición y luego del de malversación, la retirada efectiva de Navarra de la Guardia Civil, el acercamiento y los beneficios penitenciarios de los etarras, entre otras cosas.
Tampoco olvidarán, si es que son buenos historiadores, que Sánchez cerró las Cortes de forma inconstitucional para gobernar sin control parlamentario ni judicial como un autoritario de manual. Primero quitó importancia a una pandemia para no tener problemas políticos con las manifestaciones del 8-M que se disputaban Montero y Carmen Calvo. Luego llegó la catástrofe y Sánchez quiso erigirse en el salvador, pero volvió a fracasar. Esos historiadores del futuro sacarán el número exacto de muertos por su negligencia, quizá 140.000 personas, esa cifra que trató de ocultar. Y si esos historiadores se fijan bien pensarán que cerró las Cortes para evitar preguntas incómodas y gobernar por decreto.
«Sánchez lleva más de 132 decretos. Uno cada 12 días»
También será recordado como el presidente que más decretos ley produjo durante su mandato. Dirán que lo hizo para eludir el debate parlamentario sobre la totalidad y así no tener que confrontar la ideología con la ciencia y la razón, vamos, con la dura realidad. El mecanismo de esta vía legislativa permite que un Ejecutivo impulse su agenda sin dar cuentas reales en las Cortes.
Sánchez lleva más de 132 decretos. Uno cada 12 días. Ha multiplicado por catorce el número de los que aprobó Aznar y por tres el de Rajoy. Esta barbaridad no ha sido por la covid y la guerra porque el acelerón lo inició en 2018, nada más llegar al poder. Por cierto, en aquella moción de censura que le dio el poder dijo que iba a celebrar inmediatamente elecciones. Mintió una vez más, como haría un tiranuelo autoritario.
Tampoco me alcanza la memoria para recordar un antecedente de una ley feminista que rebaje las condenas de los delincuentes sexuales y ponga a algunos en la calle. Ni una ley trans que anteponga la voluntad a la ciencia, y que desproteja a los menores privándoles de la tutela paterna y médica. Una ley, en fin, que borra a las mujeres y genera una inseguridad jurídica de gran envergadura. Son leyes de Podemos, cierto, pero están aprobadas por Sánchez en Consejo de Ministros, y defendidas por él en todos los foros.
No quiero extenderme más en la lista de trolas y pifias. En este contexto que haya sacado al dictador Franco de su tumba nos importa un higo. Solo le aplaudirán los malos historiadores, los que valoran los hechos por las intenciones, los que ya tienen su juicio hecho antes de investigar, los indecentes, los vividores, los que en realidad son y han sido siempre agentes políticos.