Hay sectores del PSOE en los que no acaba de encajar la máxima confrontación contra el PP y su presidente que Pedro Sánchez encabeza muy señaladamente desde el debate del 6 de septiembre en el Senado, en el que el presidente del Gobierno solo veía dos explicaciones alternativas a la conducta de Núñez Feijóo: insolvencia o mala fe. Como tenía mucho más tiempo que su adversario, Sánchez pudo repetir hasta en 20 ocasiones las acusaciones alternativas de insolvencia o mala fe, táchese lo que no proceda. Sánchez, y tras él todos sus ministros emplearon sin tasa la disyuntiva, cuando el espejo les señalaba inmisericorde un retrato en el que la conjunción adecuada era la copulativa. Sánchez y sus ministros se empeñaron a modo en mostrar y demostrar que su estilo se basaba en la insolvencia y la mala fe. Además de los ministros tuvo un papel relevante Patxi López, el más sectario de la tropa sanchista contra el PP, en pago a la inexplicable generosidad con que el partido de la derecha lo había impulsado en 2009 hasta la Presidencia del Gobierno vasco, que fue la apoteosis de su incompetencia.
En el PSOE deben de quedar aún barones con memoria de los buenos viejos tiempos, porque como digo, esto no acaba de gustar, los augurios de José Félix Tezanos no acaban de cuajar y la mayor parte de ellos empiezan a asumir que el presidente es un líder desgastado y que su identificación con Podemos beneficia a Podemos. En esto sí tienen razón, probablemente no tanto en que sus gobiernos autonómicos vayan a salir mejor librados que el de Sánchez de las próximas contiendas electorales. En mayo caerán algunos bastiones autonómicos socialistas y eso será el trompeterío que anuncie la caída final de las murallas de la coalición.
En el corto plazo, el Gobierno confía “al cien por cien”, dicen, en aprobar los presupuestos de 2023, aunque ERC reprocha al Ejecutivo, la casi irrelevante ejecución de las inversiones comprometidas con Cataluña y el aumento del gasto militar, mientras los nacionalistas vascos le acusan de dejarse llevar por la propaganda y el electoralismo. Los 13 escaños de Esquerra, sumados a los 6 del PNV totalizan 19, que bastarían para aprobar las cuentas de Sánchez. Todavía no han anunciado el precio que van a pedir por ello. Será alto y quizá ajeno a los presupuestos, como el de los sucesores de Batasuna, que se lo está pagando el ministro Grande Marlasca a base de acercamientos de los asesinos condenados de la niñz Silvia Martínez en Santa Pola, de Joseba Pagaza de Estacio y Palate, los dos ecuatorianos asesinados en la T-4, de Isaías Carrasco, Martín Carpena, Luis Portero y Muñoz Cariñanos.
El presidente demediado de la Generalidad afirmó que había alcanzado un acuerdo con el Gobierno para no aplicar la sentencia del 25% de castellano en el sistema educativo catalán. Los 13 votos de ERC no los tiene aún seguros. Si Aragonés puede entenderse con Junts, no necesitará a Salvador Illa y por tanto podrá subir el precio a su apoyo. Es caso contrario lo tendrá más fácil. Será un ‘do ut des’, te doy para que me des.