Iván Gil-El Confidencial
- Lo más novedoso respecto al manejo de estos conflictos es el protagonismo que ha adquirido el presidente a la hora de marcar terreno y posicionarse en público
Los conflictos entre los socios del Gobierno de coalición vuelven a resurgir con fuerza tras semanas de negociaciones discretas. Conversaciones que no han fructificado en cuestiones como la subida del salario mínimo, la reforma fiscal, la regulación de los alquileres o medidas encaminadas a la sostenibilidad de la producción ganadera, pero que se han tratado de llevar a la opinión pública generando cruces de acusaciones entre distintos ministros. Los tambores de guerra entre el PSOE y Podemos resuenan coincidiendo con los rumores sobre la remodelación del Gobierno que proyecta Pedro Sánchez.
El tono ha ido subiendo durante los últimos días, al igual que la crispación y las desconfianzas mutuas. Según fuentes del sector de Unidas Podemos, se trata de compromisos incumplidos que se acordaron retrasar para la recta final del actual curso político y que ahora vuelven a aplazarse para después del verano o incluso 2022. Por ejemplo, respecto al salario mínimo había un compromiso de subirlo un 0,9% en diciembre del pasado año, según fuentes conocedoras del acuerdo, después se aplazó hasta que lo resolviese un comité de expertos y, cuando estos han elaborado sus conclusiones, se cierra la puerta a revisarlo hasta final de año.
Otras fuentes hacen referencia también a «fuego amigo» dentro del Gobierno sobre ciertas filtraciones negativas, tanto políticas como en clave personal, y se desliza que existe una suerte de campaña con el objetivo último de restarles oxígeno. Desde el PSOE, lo vinculan a una guerra por el relato de sus socios y a la singular forma de comunicar que tienen los morados, pero niegan que haya conflictividad interna o que haya cambiado la relación entre ambos sectores dentro del Gobierno.
Lo más novedoso respecto al manejo de estos conflictos es el protagonismo que ha adquirido Pedro Sánchez, siempre ajeno a las polémicas internas o al menos encarnando un papel más diplomático, a la hora de encargarse de marcar terreno. Primero lo hizo cerrando la puerta a la reforma fiscal, casi cuando los morados apenas había visibilizado públicamente esta demanda para incluirla en los Presupuestos del próximo año. Después allanó el camino a la vicepresidenta segunda de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, para que enterrase una subida del salario mínimo durante este año y, finalmente, se apresuró en zanjar la polémica sobre la reducción del consumo de carne que enfrenta al ministro de Consumo, Alberto Garzón, y al de Agricultura, Luis Planas, para posicionarse sin fisuras con este último. Sin contemporizar y sin tratar de buscar un punto intermedio, como defienden los propios planes programáticos del Ejecutivo, ironizó con que «lo imbatible» para él es «un chuletón al punto».
El sector de Unidas Podemos en el Gobierno ha vuelto a sacar a la luz las demandas que no logra arrancar a los socialistas
Durante los últimos días, el sector de Unidas Podemos en el Gobierno ha vuelto a rescatar su estrategia de presión habitual, que consiste en sacar a la luz las demandas que no logra arrancar a los socialistas. La máxima de que sin conflicto no hay avances y de que si estos no se hacen públicos, no existen. Todas estas reivindicaciones, sistemáticamente, se han ido aplacando por la otra parte sin tiempo casi para que llegasen a la calle.
De la pasividad de antaño del PSOE, a pesar de que con Pablo Iglesias al frente de los morados el tono era mucho más agresivo, se ha pasado a cerrar el paso de forma apresurada y sin concesiones. Todo ello, cuando Unidas Podemos se debilita en las encuestas, todavía no ha asentado sus nuevos liderazgos tras la salida del vicepresidente y oficialmente no cuenta con candidato, dado que Yolanda Díaz se resiste a dar el paso.
Sintomática ha sido la gestión de la polémica sobre la reducción del consumo de carne. Una iniciativa con la que Alberto Garzón ha tratado de marcar perfil, pero que no va más allá de hacer pedagogía, sin medidas concretas que la acompañen. La reacción del ministro Planas fue rápida y contundente, tildando a su compañero de Gobierno de no tener respeto por el sector, de ser poco responsable y de crear problemas. Saldó también cuentas pendientes que nada tenían que ver con esta controversia: «Esta campaña es tan errónea como la de que el azúcar mata, no tiene mucho sentido». El perfil discreto del responsable de Agricultura, un ministro poco dado a la confrontación, menos con sus socios, contrastó con el tono de sus ataques.
Reacción que ha sorprendido en Consumo, aunque no tanto, según fuentes de este departamento, como que «se haya metido el presidente». Llamativo cuando tanto los informes del Ministerio de Agricultura como el plan ‘España 2050’, elaborado por Moncloa y presentado hace escasas semanas por Sánchez, son la base de la campaña del departamento que lidera Garzón. El ‘Informe de consumo alimentario 2020’, del Ministerio de Agricultura, constata un aumento del 10,5% en la compra de carne durante el último año, rompiendo la tendencia decreciente de años previos, mientras que el plan alerta sobre la necesidad de reducir su ingesta por razones tanto ecológicas como de salud y propone actuaciones para implementar en este sentido.
Incluso van más allá de lo planteado por Garzón al proponer «en los menús ofertados en instituciones públicas» la incorporación «de opciones vegetarianas y veganas». Sobre la agricultura intensiva en la que pone Consumo su punto de mira, el acuerdo programático de la coalición señala también que «se llevarán a cabo medidas de asesoramiento de explotaciones agrarias para mejorar la sostenibilidad de la producción ganadera y la conservación de los suelos agrícolas». La bandera verde y de la «transición ecológica» que suele enarbolar el PSOE queda así relegada para achicar espacio a sus socios. La vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, enmarcaba el estado de la cuestión al exigir a Sánchez esta semana que en determinadas cuestiones mostrase «la misma valentía que tuvimos para los indultos».
En el fondo de todas estas polémicas se proyecta una crisis de Gobierno con una profunda remodelación de las carteras ministeriales
En el fondo de todas estas polémicas y conflictos se proyecta una crisis de Gobierno con una profunda remodelación de las carteras ministeriales y sus competencias. El nerviosismo es patente en todos los departamentos y el ímpetu por marcar perfil propio es proporcional. Los morados, además, temen que Sánchez quiera reducir carteras y que con ello disminuya su cuota. Un escenario ante el que ya han puesto pie en pared avisando de que cualquier cambio que afectase a sus áreas conllevaría volver a negociar todo el acuerdo de coalición y consensuar la nueva estructura.
De ser así, fuentes de la cúpula morada advierten: «Nosotros tendremos una postura firme y no vamos a ceder». «A nuestro socio le vendría bien no tocar nada», añaden. Mientras, siguen los choques entre ministerios del PSOE y de Unidas Podemos. Entre Carmen Calvo e Irene Montero, entre Nadia Calviño y Yolanda Díaz o entre Alberto Garzón y Luis Planas. Con la diferencia de que, ahora sí, Sánchez asume un perfil más cercano al de secretario general del PSOE que al de presidente del Gobierno.