Luis Ventoso-ABC
Normal que no hiciese balance; no se puede resumir la nada
Sánchez, aquel que iba a acabar con «el plasma de Rajoy» e iniciar una era de transparencia, regeneración democrática y luz y taquígrafos, sigue escaqueado y silente mientras intenta consumar el saldo de España en la taquilla de ERC. Al divo no le apetecen las ruedas de prensa, porque la pregunta que pende sobre su cabeza tiene una respuesta complicada: ¿Cómo es que a comienzos de noviembre rechazaba enérgicamente gobernar con comunistas y separatistas y ahora se desvive por hacerlo? ¿Por qué ha engañado a los españoles que le votaron de este modo tan fulero, inadmisible en cualquier democracia occidental? Sánchez permanece callado, pendiente de que los abogados del Estado cedan a sus presiones y se humillen ante Junqueras. Con la única excepción de Rajoy en 2011, en los últimos quince años todos los presidentes han despedido diciembre haciendo un balance público del ejercicio. Sánchez lo evitó ayer. Pero desde el Ministerio de la Nueva Verdad, Isabel Celaá nos explicó que «el presidente no ha roto ninguna tradición», porque simplemente «estamos en otras circunstancias». Queda inaugurado un nuevo paradigma moral progresista: todo es relativo y todo da igual, porque las circunstancias son siempre mutables.
Con Pedro desaparecido tras las bambalinas de palacio, le tocó a Celaá pandar con el embolao del balance de 2019. La ministra vestía para la ocasión de riguroso luto. Adecuada elección, pues lo que tenía que vender parecía un funeral. De hecho, el mayor hito que esgrimió fueron puras pompas fúnebres: la exhumación de Franco «con un gran éxito» (como si el espectro de Cuelgamuros se hubiese resistido y fuese reducido por una brigada de los Cazafantasmas de Bill Murray). Hubo más éxitos del año: la cacareadísima promesa de subir las pensiones, el sueldo de los funcionarios y el salario mínimo se va a incumplir, por el pequeño detallito que no les contarán en la tele al rojo vivo de que llevamos más de 300 días sin Gobierno. El segundo hito destacado fue que se han creado miles de plazas de funcionarios… cuando la deuda pública de España es del 97,6% del PIB y las medidas deberían ir justamente en sentido contrario. Por último, llegó el inefable Momento Greta: gran triunfo de la Cumbre del Clima, que sin duda resultó estupenda para los bares y hoteles del barrio del Campo de las Naciones, pero que al más puro estilo Sánchez concluyó con cero patatero en acuerdos tangibles.
Con las prisas, Celaá se olvidó de citar el logro más reseñable de este Gobierno: desde que Sánchez llegó al poder en junio de 2018, todos los indicadores de la economía española han empeorado. Pero comprendemos que se le pasase. Estaba muy atareada metiéndole el agua en la cocina a la Abogacía del Estado para que doble la cerviz ante Junqueras.
Propaganda a cañón, homologación de la mentira, amenazas fiscales a los que crean empleo y pasteleo con los mayores enemigos del país. Ese es el balance de 2019 del Gobierno. Pero no cabe duda de que el año que viene, con Iglesias de vicepresidente, su mujer de ministra y Junqueras echándonos una mano -al cuello- desde fuera, todavía lograremos mejorar.