Más de año y medio después de enfrentarse por primera vez en unas elecciones, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez regresan a la posición de salida. Uno, presidente del Gobierno; el otro, jefe de la oposición. En el trayecto ambos han dejado sus puestos y, tras muchas peripecias, han vuelto a ellos. En este tiempo han colaborado, han competido y hasta se han detestado, pero ayer parecieron dispuestos a reescribir sobre esa historia, a dar una nueva oportunidad a su relación política. Da igual lo que uno piense del otro, si sintonizan más o menos. La representación que ostentan les obliga a entenderse, más cuando España se enfrenta al desafío independentista catalán.
Esto es lo que trataron de hacer ayer: Rajoy y Sánchez coincidieron en su rechazo al referéndum catalán del 1 de octubre, que calificaron como «inaceptable». Sobre esta base común se comprometieron a abrir una vía de «contacto permanente» en este asunto.
Para el Ejecutivo es un paso relevante y así lo puso de manifiesto el portavoz del Gobierno y ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo. No cabía esperar un desmarque del PSOE, que siempre ha sido claro en su negativa a la consulta soberanista, pero los socialistas, en un momento de máxima tensión, se abren a la posibilidad de consensuar la respuesta. Este apoyo puede resultar muy útil si, como parece probable, Rajoy tiene que enfrentarse a decisiones difíciles en los próximos meses.
No obstante, el respaldo que en estos momentos ofrece el PSOE es de mínimos y condicionado a que el Gobierno mueva ficha en Cataluña y «abra vías de diálogo» con la Generalitat. En la reunión, Sánchez exigió a Rajoy que se reúna con Carles Puigdemont porque considera que es su obligación agotar todas las vías políticas posibles antes de garantizar por la fuerza de la ley el respeto a la Constitución.
Así lo dejó ver ayer en su comparecencia en el Congreso la portavoz socialista, Margarita Robles, que fue dura y exigente con el Gobierno, al que exigió que «no se ponga de perfil», «tome la iniciativa» y «haga algo» para «buscar una salida política a una crisis política».
Si no lo hace, Robles advirtió que el PSOE tomará la iniciativa y presentará en el Congreso medidas concretas que no quiso explicar. Entre ellas, su plan para negociar una reforma de la Constitución, confirmaron fuentes de la dirección. Una posibilidad que Sánchez ya planteó a Pablo Iglesias y a Albert Rivera la semana pasada.
Por la noche en Telecinco, Pedro Sánchez propuso que en otoño «todas las fuerzas del Congreso» trabajen para «articular una solución política» al problema de Cataluña. Un trabajo que podría hacerse, apuntó en la entrevista, en una «Subcomisión de Reforma de la Constitución» que el PP hoy por hoy no ve. «Ya va siendo hora de que esa cita empiece a ponerse en marcha», aseguró.
En su reunión, Sánchez garantizó al presidente que «siempre va a tener el apoyo del PSOE en la defensa de la legalidad y la Constitución». Pero exigiéndole en todo momento «no quedarse quieto y esperar a ver qué pasa el 1 de octubre», como explicó Robles.
El secretario general del PSOE quiso ayer jugar un doble papel. En primer lugar, garantiza el apoyo del Partido Socialista a la unidad de España y asegura que respaldará las medidas que adopte el Gobierno para que se cumpla la ley y se impidan «iniciativas unilaterales rupturistas».
Pero a la vez los socialistas quieren marcar un fuerte perfil propio y escenificar un alto nivel de exigencia al Gobierno, sobre todo pensando en el adelanto electoral en Cataluña, que el PSOE da por seguro. Miquel Iceta, como candidato del PSC a la Generalitat –será proclamado la próxima semana en Barcelona–, necesita distanciarse del PP.
En la reunión, de casi dos horas y media, Sánchez pidió a Rajoy que «haya mesura» en la respuesta del Gobierno, tanto en sus acciones como en sus «declaraciones». Rajoy no puso sobre la mesa la utilización del artículo 155 de la Constitución, que puede suspender total o parcialmente la autonomía de Cataluña.
Robles quiso advertir en su rueda de prensa que el PSOE considera que «no procede acudir ahora al artículo 155», como quedó de manifiesto en la Ejecutiva socialista del pasado lunes. Antes que esa medida, hay «muchísimas vías jurídicas y políticas para abordar esta cuestión».
Tanto desde Moncloa como desde Ferraz valoraron ayer muy positivamente que Rajoy y Sánchez hayan roto el hielo tras un año y medio de enfrentamiento. De hecho, Rajoy es presidente gracias a que el Comité Federal forzó la salida de Sánchez. A partir de ahora, en el PSOE valoran que «la comunicación debe empezar a ser absolutamente fluida», sobre todo con respecto a Cataluña. Ninguna de las dos partes tenía grandes expectativas ante la reunión. Moncloa no tenía prevista ninguna comparecencia posterior –finalmente decidió que saliera en rueda de prensa el portavoz del Gobierno– y Sánchez pensaba que el encuentro iba a durar mucho menos.
La posibilidad de contar con Sánchez para consensuar una respuesta del Estado hizo al Gobierno orillar el cuestionamiento que hizo el PSOE de la actitud de Rajoy. Fuentes populares atribuyeron estas críticas al «cálculo electoral». «La posición del PSC les exige matizar nuestro discurso», explicaron. No obstante, el Ejecutivo tiene dudas sobre si los socialistas «van a ser capaces de apoyar» sus decisiones durante todo el proceso. Por eso dan tanta relevancia a la posibilidad de «consensuar la respuesta».
Fuentes del Gobierno aseguraron que el presidente salió con «buenas sensaciones y satisfecho».De hecho, ven posible alcanzar otros acuerdos, como el Pacto de Estado contra la Violencia de Género o las renovaciones del Defensor del Pueblo y el director de RTVE.