Cuatro días después del apagón del lunes, el mayor de la historia de nuestro país, los españoles siguen sin conocer sus causas.
Pero de lo que no cabe duda es de que, fuera cual fuera el factor desencadenante, la red eléctrica española, gestionada en régimen de monopolio por Red Eléctrica, no estaba preparada para ello.
Del vacío informativo del Gobierno, que sigue sin descartar oficialmente la tesis del ciberataque, da fe el hecho de que Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica nombrada para el cargo por Pedro Sánchez, haya afirmado que el apagón «no volverá a ocurrir».
¿Cómo sabe Corredor que algo de lo que desconoce su origen no volverá a ocurrir?
El propio Emiliano García-Page, presidente socialista de Castilla-La Mancha, ha señalado el absurdo recordando que «nadie puede decir que esto no volverá a pasar». Page ha exigido «autocrítica» y ha dicho que, «seguramente», se necesitará también depurar «responsabilidades políticas».
Como presidenta de Red Eléctrica, y por lo tanto como última responsable de la seguridad de la red eléctrica española, Beatriz Corredor debe dimitir. Pero si no lo hace, la SEPI, propietaria del 20% de Red Eléctrica, debe promover su destitución.
¿O no hay más motivos para destituir a Corredor de los que hubo para destituir a Pallete en Telefónica?
Especialmente en vista de la falta de planificación que ha conducido al Gobierno, y a Red Eléctrica, a desobedecer la orden del Consejo de Seguridad Nacional de noviembre de 2020 de elaborar una nueva Estrategia de Seguridad Energética. Orden que jamás fue cumplida, con las consecuencias conocidas.
A falta de respuestas, a las que deberían contribuir las conclusiones de la comisión de investigación que preside la vicepresidenta tercera del Gobierno, Sara Aagesen, lo que los españoles sí han recibido, y en abundancia, es relato.
Porque Sánchez ha vuelto a aprovechar una crisis de cuya responsabilidad no deberían quedar absueltas las decisiones de su gobierno para reconvertirla en un arma arrojadiza e ideológica contra la oposición.
El apagón, así, no ha sido para el presidente del Gobierno una llamada a la autocrítica ni una oportunidad para dar explicaciones. Ha sido sólo un pretexto perfecto para activar la máquina propagandística y cargar contra el Partido Popular y los fantasmas habituales de la derecha y la ultraderecha.
Este jueves, aprovechando la celebración del Primero de Mayo, Sánchez ha vinculado en su habitual carta a la militancia el decreto de aranceles al supuesto servilismo del PP ante “los de arriba”, esos intereses económicos oscuros que, según él, dominan el país desde las sombras.
Un discurso populista, reiterativo y hueco, que choca frontalmente con la realidad: Pedro Sánchez es, hoy por hoy, el presidente que más poder ha acumulado, y que más afines ha colocado en instituciones y empresas públicas, semipúblicas e incluso privadas, en cuarenta y cinco años de democracia.
No hay, por tanto, nadie más «arriba» que él.
¿Quién nombró a Corredor, a Aagesen y a Teresa Ribera sino él?
La estrategia es clara: desviar la atención de las responsabilidades del Gobierno en el apagón y convertir la crisis energética en un nuevo frente de confrontación política y de polarización ciudadana.
La realidad es que el sistema eléctrico español, sobre cuya fragilidad llevaban tiempo advirtiendo los técnicos, no aguantó el lunes la sobrecarga a la que lo llevó la apuesta del Gobierno por una implantación forzada y desordenada de las energías renovables.
A la crisis se ha sumado la inquietante deriva intervencionista del ala más radical del Gobierno. Yolanda Díaz ha exigido “intervenir” el mercado eléctrico y ha calificado a Red Eléctrica de “monopolio privado”, cuando esta empresa es mayoritariamente pública y tanto sus beneficios como su estrategia dependen por completo del Gobierno. Si hay un monopolio de la red eléctrica española, ese es el del Estado.
Mientras tanto, el presidente ha cargado contra las centrales nucleares, utilizando el apagón como excusa para insistir en su cierre progresivo. Pero lo que no se atreve a reconocer es que prescindir de la energía nuclear (la más estable y predecible del mix energético) ha sido una temeridad.
El apagón del lunes no fue un accidente imprevisible, sino la crónica de una muerte anunciada. Y la primera responsable de esa muerte es Corredor. Su dimisión, o su cese, son por tanto ineludible.